El concepto de psicoanálisis
muchas veces desemboca en nosotros imágenes de un hombre angustiado en un
diván, de alguien que lo escucha, de plática interminable. También, remite a
una terapia costosa, a la que pocos pueden llegar y está reservada solo para
una determinada clase económica. Ya el querido Facundo Cabral, uno de los
grandes intérpretes del mundo popular, establecía esta conexión entre pudientes
y la escuela psicológica que legó Sigmund Freud en una de sus reflexiones: “los
ricos andan en Mercedes Benz, compran la ropa en París y las computadoras en
Japón, usan rolex, beben whisky, van al psicoanalista y escuchan a Silvio
Rodríguez para calmar a su conciencia, aunque sea un rato”. Todo un ideario
formado sobre el psicoanálisis.
La terapia psicoanalítica
consiste en recordar y cuestionar experiencias del pasado, aquellas que
persisten en nuestro presente. La comprensión de nuestros actos, basados estos
en hechos de la niñez perdida, es el
eje principal del psicoanálisis. Recordar, comprender y cambiar son las pautas
a seguir en el psicoanálisis. Marco Aurelio Denegri, hombre de la cultura
peruana, es más expresivo aún: “el psicoanálisis desmierdiza a la gente”. Los pesares y angustias, traumas y
preocupaciones, mierdas humanas, son
enfrentados. Se apunta a perderles el rastro, a superarlos.
Esta propuesta psicoanalítica,
interesante y audaz, ha calado hondo en Bibiana Maza. Lo diferente en ella es
que abre las puertas del psicoanálisis o, será mejor decir, lo democratiza.
Convencida de la potencialidad de este
método y testigo de la experiencia parisina del IRAEC (Instituto de de
Investigación Aplicada para el Niño y la Pareja), la psicoanalista Bibiana Maza
decidió romper esquemas y llevó el psicoanálisis a otros terrenos. El
característico diván era cosa del pasado.
La Casa de la Familia es el
proyecto abierto de Bibiana Maza. Ubicado en las azarosas calles del Rímac, el
jirón Portugués es una suerte de burbuja en medio del ambiente hosco y agresivo
de los viejos barrios rimenses. El temor inicial por la locación del inmueble,
adquirido por Bibiana y su esposo, el pintor Gerardo Chávez, en el año 1989 (antes habían estado antes
en un local del Centro de Lima), fue vencido gracias a las actividades
realizadas por ellos y los psicólogos que acompañan el proyecto.
Y es que los psicólogos de La
Casa de la Familia han sabido emplear muy bien sus conocimientos para ayudar a
padres e hijos en aras de mejorar la relación familiar y sus vidas. La Casa de
la Familia, su nombre lo declara, es un centro donde se congregan padres e
hijos para testimoniar sus pesares, para ser escuchados y ser ayudados para
encontrar una solución a sus problemas. En un ambiente relajado, donde se
conversa, juega, teje, se resuelven geniogramas, entre otras actividades, cada
adulto va encontrando respuestas sin ser juzgados ni observados por
determinadas actitudes. Para Bibiana Maza es sencillo: “En la medida en que lo
entienden (su anecdotario infantil), se ponen en contacto con sus afectos y lo
que significó ese dolor. Es la única manera de transformarse. Esa es la
orientación psicoanalítica. No es darte consejos, no es decirte lo que tienes
que hacer”, comenta segurísima.
La acogida ha sido exultante. Por
ello, los lunes se han abierto espacios similares para adolescentes, lo cual
resulta muy beneficioso dados los cambios de esta etapa. Los vecinos están
alegres, la relación entre padres e hijos mejora, es normal que se exija más
casas de la familia en muchos lugares del territorio nacional.
Fuente: revista Somos.
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