domingo, 7 de abril de 2013

El nocivo aumento del parque automotor


El tráfico limeño parece de nunca acabar. Avenidas congestionadas, bocinas a todo dar, total irrespeto al peatón. Estas son postales del sistema vehicular limeño. Comúnmente, y con razón, se le echa la culpa de esto los trabajadores del servicio público, quienes hacen incontables méritos para ganarse el rechazo de aquel que para una combi o una coaster. Esta es una parte importante del problema de la congestión vehicular, pero no explica del todo esas largas filas de autos varados en las avenidas transitadas a horas pico.
Para estos fines conviene resaltar la opinión del economista Waldo Mendoza, jefe del Departamento de Economía de la PUCP. El académico destaca como una de las causales principales del pernicioso embotellamiento el incremento exacerbado del cuerpo vehicular. Las cifras presentadas por él son alarmantes. Una data recogida del Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) revela que en el año 2001 el parque automotor constaba de 1’209.006 unidades, correspondiéndole 802.748 a Lima. Actualmente, a nivel nacional poseemos 1’979.865 unidades, los cuales Lima tiene (¡agárrese!) 1’287.454 vehículos. Las ventas de vehículos nuevos se multiplicaron por 17 en el 2011. Del mismo modo, el volumen de ventas en los dos últimos años creció en un 58% anual.  
Mendoza ofrece dos razones que explican este crecimiento que, literalmente, se está saliendo del carril. En primer lugar, hoy los carros son mucho más baratos. Esto se explica por el mantenimiento de los precios internacionales y la caída de los aranceles, producto de las políticas arancelarias y los tratados de libre comercio. En segundo lugar, la subida del crédito bancario en 44% en el periodo febrero 2011-febrero 2013 faculta a endeudarse para adquirir el ansiado carro.
De todo lo expresado se extrae la sobrecarga vehicular que padecemos choferes y peatones. El profesor de la católica lo ve así: “De continuar esta tendencia, el sueño del carro propio, racional desde el punto de vista microeconómico, puede convertirse en pesadilla macroeconómica: caos vehicular, contaminación ambiental, reducción de las horas hombre destinadas a la actividad productiva, reducción de la productividad total, etc.”. Los infernales embotellamientos a la orden del día.
Concluye Mendoza en dos alternativas a la amenaza del prolongado tráfico limeño: la creación de infraestructura de acuerdo a la cantidad de transporte urbano, lo cual es ciertamente imposible y, la otra, encarecer la compra de vehículos a cargo del MEF y la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS). Esta última se proyecta como la más realista aunque también la que más escozores sacará en quienes deseen adquirir esa armazón de cuatro ruedas que hoy tantos dolores de cabeza nos saca. 

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