Hay todo un debate en torno a las
AFP y los complejos cambios producidos en torno a ella. Que si por comisión por
flujo, que si por comisión por sueldo: estas son las alternativas. Lo cierto es
que el problema, expuesto por el economista Pedro Francke, el problema de fondo
no variará: el pensionista no tendrá mucho que ganar y sí la AFP. Es decir, la
AFP cuando genere utilidades será para su propio beneficio. Los ahorristas no
tendrán ni arte ni parte en él. Esto, con completa razón, tendrá que cambiar.
Entender actualmente a las AFP es
todo un problema. Para estos fines conviene acudir a una columna de Richard
Webb, ex director del BCR peruano. En ella, Webb presenta tres críticas de las
seguramente tantas que tienen las asociaciones de fondo de pensiones, aquellas
que, por la vía legal, nos fuerzan a ahorrar. Aquí van.
El sistema es costoso. Esta
acusación ha motivado a los cambios que hoy se buscan dar. Este alto costo de
las comisiones, vistos comparativamente con otros países, dice mucho sobre la
realidad actual de las AFP y no deja dudas sobre los extenuantes importes que
se obliga a pagar. Además de eso, el destino de este dinero, publicado por las
mismas AFP, va hacia gastos de publicidad. Webb lo expone así: “además de pagar
altas utilidades, una gran parte de la comisión que se cobra al ahorrista ya afiliado a una AFP es dedicada por
esa AFP a gastos de publicidad y venta. Así, el ahorrista que ya está adentro
debe pagar el costo de captar a un nuevo ahorrista, quien a su vez costeará la
captura de un tercer ahorrista y así sucesivamente. Los gastos de venta salen
del bolsillo del ya afiliado, pero no le redimen beneficio alguno”. Si no le
creían a Francke, ahora le creerán el doble. ¿Esos cambios de comisión que han
obligado a una ampliación de fecha de decisión contemplarán esto último?
El sistema es excluyente. Las AFP
tienen como clientela principal, por no decir entera, a las principales
empresas del país, dejando de lado a los trabajadores con menos beneficios
laborales. Esto se explica por la poco avisada importación del modelo chileno
de AFP, la cual se basa en la existencia de planillas para lograr “forzar” el
ahorro. Esto supone una paradoja en el Perú: nuestro país, con más de 50% de
informalidad en el sector laboral, repele todo intento de formalizarlo por la
vía de las planillas. Así, si las AFP’s quieren cumplir a cabalidad su deber
solamente fomentarán la perpetuación de este distintivo del cuerpo laboral. Un
dato es categórico: en Chile, tres de cuatro trabajadores está en planilla; en
el Perú es algo similar salvo por una pequeña palabra: tres de cuatro
trabajadores “no” es formal. El enojo de Webber no se hace esperar: “Casi
veinte años después de crearse el sistema, nadie encuentra una solución para
ese enredo perverso". Veinte años sí son algo en este tango, o sea mejor
decir en esta melodía wachiturra.
El sistema es poco transparente.
Este se basa en la premisa falsa de que se está en un mercado competitivo. Esta
falsedad consiste en que “el afiliado puede evaluar la rentabilidad y seguridad
del fondo que recibirá treinta o cuarenta años después solo comparando los
pequeños movimientos de las rentabilidades mensuales que publica el gobierno”.
Como se dijo líneas arriba, son pocos los que ganan y muchos los que salen
confundidos.
Esta es la realidad actual de las
AFP. Se espera que la situación cambie. Todos estamos de acuerdo con la
seguridad social, pero cuando esta adolece o sufre de semejantes desajustes y tropelías
es imposible que no se pase por la cabeza pensar en que el colchón sería el
mejor lugar para poner el dinero de nuestro futuro a buen recaudo.
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