domingo, 14 de abril de 2013

Altos costos, exclusión y poca transparencia en las AFP: ¿ahí va mi dinero?


Hay todo un debate en torno a las AFP y los complejos cambios producidos en torno a ella. Que si por comisión por flujo, que si por comisión por sueldo: estas son las alternativas. Lo cierto es que el problema, expuesto por el economista Pedro Francke, el problema de fondo no variará: el pensionista no tendrá mucho que ganar y sí la AFP. Es decir, la AFP cuando genere utilidades será para su propio beneficio. Los ahorristas no tendrán ni arte ni parte en él. Esto, con completa razón, tendrá que cambiar.
Entender actualmente a las AFP es todo un problema. Para estos fines conviene acudir a una columna de Richard Webb, ex director del BCR peruano. En ella, Webb presenta tres críticas de las seguramente tantas que tienen las asociaciones de fondo de pensiones, aquellas que, por la vía legal, nos fuerzan a ahorrar. Aquí van.
El sistema es costoso. Esta acusación ha motivado a los cambios que hoy se buscan dar. Este alto costo de las comisiones, vistos comparativamente con otros países, dice mucho sobre la realidad actual de las AFP y no deja dudas sobre los extenuantes importes que se obliga a pagar. Además de eso, el destino de este dinero, publicado por las mismas AFP, va hacia gastos de publicidad. Webb lo expone así: “además de pagar altas utilidades, una gran parte de la comisión que se cobra al ahorrista ya afiliado a una AFP es dedicada por esa AFP a gastos de publicidad y venta. Así, el ahorrista que ya está adentro debe pagar el costo de captar a un nuevo ahorrista, quien a su vez costeará la captura de un tercer ahorrista y así sucesivamente. Los gastos de venta salen del bolsillo del ya afiliado, pero no le redimen beneficio alguno”. Si no le creían a Francke, ahora le creerán el doble. ¿Esos cambios de comisión que han obligado a una ampliación de fecha de decisión contemplarán esto último?
El sistema es excluyente. Las AFP tienen como clientela principal, por no decir entera, a las principales empresas del país, dejando de lado a los trabajadores con menos beneficios laborales. Esto se explica por la poco avisada importación del modelo chileno de AFP, la cual se basa en la existencia de planillas para lograr “forzar” el ahorro. Esto supone una paradoja en el Perú: nuestro país, con más de 50% de informalidad en el sector laboral, repele todo intento de formalizarlo por la vía de las planillas. Así, si las AFP’s quieren cumplir a cabalidad su deber solamente fomentarán la perpetuación de este distintivo del cuerpo laboral. Un dato es categórico: en Chile, tres de cuatro trabajadores está en planilla; en el Perú es algo similar salvo por una pequeña palabra: tres de cuatro trabajadores “no” es formal. El enojo de Webber no se hace esperar: “Casi veinte años después de crearse el sistema, nadie encuentra una solución para ese enredo perverso". Veinte años sí son algo en este tango, o sea mejor decir en esta melodía wachiturra.
El sistema es poco transparente. Este se basa en la premisa falsa de que se está en un mercado competitivo. Esta falsedad consiste en que “el afiliado puede evaluar la rentabilidad y seguridad del fondo que recibirá treinta o cuarenta años después solo comparando los pequeños movimientos de las rentabilidades mensuales que publica el gobierno”. Como se dijo líneas arriba, son pocos los que ganan y muchos los que salen confundidos.
Esta es la realidad actual de las AFP. Se espera que la situación cambie. Todos estamos de acuerdo con la seguridad social, pero cuando esta adolece o sufre de semejantes desajustes y tropelías es imposible que no se pase por la cabeza pensar en que el colchón sería el mejor lugar para poner el dinero de nuestro futuro a buen recaudo.

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