domingo, 19 de mayo de 2013

Territorio en guerra: bajas, mentiras y estrategias oficiales en el VRAEM

Este gobierno sigue yendo a la deriva. Sumamente confundido y perezoso en cuanto a lo que signifique cambios drásticos en su proceder. Son varios los rubros en los que debe alcanzarse una reforma, un recambio, una transformación, pero vaya que no lo consigue. El piloto automático admitido por la administración Humala prorroga los errores, los patenta, casi como que los institucionaliza.


A ellos no les importa mucho lo que sufren los escolares en la caótica zona del VRAEM, donde las FF.AA. han apostado sus cuarteles en los precarios centros de educación. Balas perdidas, fruto de emboscadas terroristas, en cualquier momento podrían fulminar una inocente vida humana. La denuncia fue presentada hace un año, pero hoy la situación es el mismo.

En realidad, el Ejecutivo poco interés muestra por desarrollar una juiciosa campaña contra la problemática del VRAEM. Incluso, Jaime Antezana, el tantas veces citado experto en temas de narcotráfico y terrorismo, ha dicho que la lucha no va tanto por erradicar el terrorismo, sino que el problema principal incide en el narcotráfico. Esto le ha valido críticas desde las altas esferas calificándolo meramente de “opinólogo”, un apelativo que mejor le calzaría a ciertos opinantes de los grandes medios que sí gozan de efectiva resonancia en la cosa pública. El Perú, volviendo al tema anterior, es considerado el principal productor de pasta básica de cocaína en el mundo.

El último incidente ocurrido en el VRAEM, donde fuerzas del ejército balearon a una camioneta creyendo que en su interior habían terroristas, es un gran ejemplo de lo dicho con anterioridad. El día 6 del presente mes, rebotó con fuerza en los noticiarios la nueva de que una patrulla mixta acribilló un vehículo de transporte público cuando este se dirigía por la carretera que une Kepashiato con Quillabamba, capital de la provincia de La  Convención, en Cusco. El almirante José Cueto Aservi, jefe del Comando Conjunto, y Pedro Cateriano, ministro de  Defensa, indicaron que la intervención respondía a una estrategia diseñada con anticipación para atacar a una columna de 12 terroristas. El desencadenante fue, según la fuente oficial, el avistamiento de un terrorista en el techo del carro que disparó a la patrulla. Los tripulantes, sin embargo, resultaron civiles. 14 de ellos, entre los cuales se encontraban 2 niños, fueron gravemente dañados por las balas y esquirlas. Rómulo Almirón, chofer de la camioneta y que vino a Lima para exigir justicia, contradijo la tesis del oficialismo. Dijo que él mismo subió al techo para acomodar los bultos y que no tenía información de ninguna restricción expedida por el Ministerio de Defensa a que pasen los carros por esa zona de 10 pm. a 5 am. Restringir no es prohibir, pero ay de quien ose a faltar a la norma en el VRAEM. Almirón fue al Congreso para pedir indemnizaciones para los heridos y recuperar su auto, el cual es motivo de análisis para comprobar que es un bólido perteneciente al narcotráfico. En cuanto a las indemnizaciones, Cueto Aservi en un primer momento estuvo reticente. Incluso dijo “que no fueron ellos quienes provocaron el incidente”. En contraparte, el Defensor del Pueblo, Eduardo Vega Luna, se mostró en favor de que los heridos reciban compensación alguna por este traspié.

Jaime Antezana, por otro lado, ha desmantelado la argumentación oficial. En una entrevista concedida a El Comercio, el especialista indicó que no hay lugar para calificar la operación como antiterrorista. En primer lugar, porque los terroristas se mueven en grupos de veinte y por tierra. Además, el arma ecuatoriana encontrada, utilizada como prueba de que un terrorista era parte de la tripulación, fue retrucada por Antezana pues los narcoterroristas utilizan fusiles AKM y Galil desde el 2011. El arma ecuatoriana puede pertenecer probablemente a un “mochilero” de la ruta de la droga.

¿Qué se tiene a fin de cuentas? Como sostiene Antezana, el objetivo de la patrulla era intervenir la camioneta pues tenían conocimiento de que por esa ruta se trasladaría un importante cargamento de droga. Así, la lógica de enfrentamiento estaba más relacionada a la de una operación antidrogas que a la de un combate. Se deduce entonces que las FF.AA. están privadas de participar de estas acciones.

Sin embargo, la “inusitada” decisión de las FF.AA. al parecer distan mucho de cubrir una actividad que está restringida a la PNP. Indica Antezana tres “razones subalternas”: la primera consistiría en decomisar el cargamento de droga y presentarlo como un duro golpe al narcotráfico, a pesar de estar impedidos de participar en esos menesteres. La segunda, decomisar parte de la droga y dejar pasar el resto; con la posterior reventa de droga. Tercero, cobro de cupos proporcionales a la carga de droga. Hay antecedentes de los dos últimos. Sería una hazaña saber del primero. El Ejecutivo no ha mencionado los móviles de la operación, eso alienta las sospechas de Antezana.

Vemos aquí un panorama complicado. Rebeca Diz, de Hildebrandt en sus trece, nos ha recordado que desde hace 8 meses no se dan los resultados de la investigación que revelen a los autores del asesinato de la niña  Sorayda Casos Asparín. Es para recordar aquel operativo del VRAEM en la que triunfantemente la primera dama y la ministra de la mujer se presentaron con los hermanos de Soraida ante la prensa, en una mórbida muestra de victoria contra el terrorismo. Los pequeños eran presuntos pioneritos y los padres de ella infames terroristas de la zona. Conviene decir que nada de esto era cierto, que los niños ni los padres tenían que ver con el terrorismo y que para rematar la niña fue ultimada con una bala de las propias fuerzas armadas. Para borrar cualquier sospecha que embarre el supuesto “golpe al terrorismo” el cuerpo fue arrojado a un barranco. 8 meses después las investigaciones parecen estar archivadas. No hay celeridad por descubrir a los culpables, nada se ha dicho de este maldito acontecimiento.

El día de hoy, La República publicó un informe sobre la muerte de dos miembros de la policía en Cielo Punko, sitio que está en el medio de Kepashiato y Kimbiri, ocurrida el 13 de octubre del año pasado. En una operación de inteligencia, 5 policías se dirigían a Kepashiato para rastrear una “movida” del narcotráfico. El operativo era encubierto y solo tenían conocimiento de él los superiores, además los policías estaban vestidos de civil. Una hora antes de llegar a su destino, la camioneta fue abordada por 15 sujetos armados. El resto es historia.

Partes policiales informaron en ese momento a los familiares de los suboficiales muertos, Michel Civiris y Henry Santa Cruz, que los autores del crimen eran terroristas. Sin embargo, los cartuchos encontrados eran de  calibre 16, que son las que utilizan mayormente los campesinos de la zona. Los Kalil o AKM son de pertenencia terrorista.

Esto ha desatado las preguntas y sospechas de los familiares. Añádase que el mismo parte policial pone en conocimiento que los heridos del ataque terrorista fueron buscados para rescatar por una cuadrilla de 20 efectivos y un helicóptero. El informe de La República cuestiona esto, pues un video del rescate revela que esto es mentira. El rescate fue obra de miembros del serenazgo de Kimbiri. Ante la presentación del informe Wilfredo Pedraza, de la cartera del Interior, ha dicho que él mismo investigará.  

La realidad del VRAEM es lamentable. Los mismos efectivos, según un pasado reportaje de Hildebrandt en sus trece, son quienes se tienen que comprar sus implementos de combate. Por otro lado, el que se critiquen las mediocres actuaciones solo causa respuestas del tipo “están desmoralizando a las tropas”, como dijo alguna vez José Cueto Aservi, el susodicho jefe del Comando Conjunto. Mientras tanto la población del VRAEM sigue acorralada entre dos frentes y el gobierno no parece tener intenciones de revertir o cambiar esta situación. El enemigo, definitivamente, está en casa.


Fuentes: Hildebrandt en sus trece,  El Comercio, La República



19/05/13

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