El Foro
Económico Mundial (WEF, en sus siglas por inglés), cita económica mundialmente
conocida, se realizó con éxito hace un par de semanas en el Perú. En ella se
reunieron la crema y nata de la economía mundial y local para debatir temas de
crecimiento inclusivo. ¿Crema y nata? Pues el WEF es eso: más que un concialíbulo
donde se debaten temas de desarrollo, propuestas económicas eficaces; es una
convención exclusiva de elite donde los pesos pesados de la economía se reúnen
anualmente para intercambiar tarjetas y formar asociaciones. No por nada Samuel
Huntington, sociólogo estadounidense, acuño el nombre “hombre de Davos” hace
más de diez años para calificar al asistente promedio, hombre asiduo a las
reuniones de este tipo donde más importa el estatus socioeconómico y la
búsqueda de maximización de capitales. Davos se llama porque es el lugar
tradicional donde se realizan los WEF y queda, por cierto, en los alpes suizos.
Estas mismas prácticas se vieron en el CADE (Conferencia Anual de Ejecutivos)
peruano, que es como su versión micro.
No obstante lo
anterior, el WEF en tierra latinoamericana pegó por haber tenido una agenda de
acerca de desarrollo inclusivo. Algunos de sus integrantes, como Ricardo Hausmann
y Enrique García Rodríguez, del Centro para el
Desarrollo Internacional y del Banco de Desarrollo de América Latina,
respectivamente, criticaron la complacencia de los principales actores
económicos del Perú. García Rodríguez puso en evidencia que si bien somos una
región que ha capeado muy bien el temporal de la crisis, todavía no somos una
economía consistente. “Hace 25 años las exportaciones de América Latina
representaban el 18% de las exportaciones mundiales, hoy representan el 7% y el
peso de América Latina en el PBI mundial aún está en 6% y 7%”, fustigó. Hausmann
fue por el mismo lado. Es reconocido que Hausmann haya puesto el dedo en la
llaga dejada por el triunfalismo peruano y quien también haya propuesto un
recambio en la economía: fomentar el mercado interno.
Las críticas no
son menores. Los ciclos económicos tienen un fin (aproximadamente duran entre
5, 10 y 14 años) y, como pone en evidencia el periodista Luis Davelouis, no se
ha hecho nada por incentivar a que la economía se haga sostenible por mano
propia. Los precios de las commodities en cualquier momento caen y ya veremos a
los sachaliberales que tanto exigen centrarnos a como dé lugar en la
explotación de nuestros recursos.
Regresando al
WEF, como sostuvo un informe de Portafolio Económico, hechos los diagnósticos,
antiguos por lo demás, se centraron en las posibles reformas para enmendar los
errores. Estos pasaban por integración, educación, innovación y, la más sonada
en las últimas semanas, diversificación.
En el plano de
la educación es de muy destacar la experiencia costarricense. La ministra de
Comercio Exterior, Anabel González, descolló nítidamente. Costa Rica un país
que apenas llega a representar el 4% de nuestra extensión territorial y la
sexta parte de nuestra población, ha sabido ir más allá de la producción de
plátano y café y tiene una economía diversificada de 4.500 productos que
negocia con 150 países, según el informe de Alejandra Costa de Portafolio
Económico. La respuesta se halla en que el país centroamericano destinó 8% de
su PBI a la educación (el Perú apenas otorga 3%, con los resultados ya
conocidos) y se asoció con industrias especializadas en los rubros de
aeronáutica, automotriz, entre otros.
Castilla estuvo
de acuerdo en dirigir más fondos a la educación y coincidió en la visión que se
tiene sobre esta como baluarte del crecimiento pero no dijo algo concreto en
cómo hacerlo.
En cuanto al
plano de integración, ministros de Economía y Hacienda de cuatro países
aprobaron la coordinación para tratar temas más allá del comercio. Como por
ejemplo “alinear respuestas ante la abundancia de capitales que llegan a la
región”. La Alianza del Pacífico, grupo que reúne a México, Colombia, Chile y
nuestro país fue tomado como proyecto a seguir. Las perspicacias por lo acaecido
por la integración europea no se dejaron de un lado, por lo cual esta unión
debe ser cuidadosa, en caso se dé.
Fue en el WEF
donde Ollanta Humala calentó el ambiente nacional al exigir un Estado más
equilibrado. Luego de los extremos de los 70’s y 90’s, del Estado poderoso a
Estado ausente, era lo mínimo que se podía pedir. Sin embargo, esto fue tomado
a la mala por algunos miembros del avance económico peruano. Asimismo, también
en el WEF se dio la oportunidad para poner en duda el papel de las clases medias
como motores de la economía. Si bien se ha avanzado, esta nueva clase media
está muy marcada por el individualismo y, como sostuvo Augusto de la Torre,
está viviendo al margen del contrato social. El bien común no es precisamente algo
que les preocupe a la clase media emergente.
¿A qué se llega
entonces? Que el WEF, con sus particularidades de por medio, fue una
oportunidad para poner en duda nuestras bases de crecimiento y diseñar reformas
a seguir. Al mismo tiempo los resultados lanzados por la realidad social
demuestran una sociedad cautivada por el beneficio económico familiar. Del
mismo modo, el apetito consumista ha llevado a que las tasas de crédito se vean
incrementadas notoriamente, poniendo en riesgo la economía peruana. Felizmente
se han tocado temas importantes que se espera hayan calado en un sector que es
conocido por su renuencia a participar del cambio social. Pero, así no suceda
ello, los tópicos han llegado al conocimiento de la gente, motivo por el cual
se aguarda otro cambio de actitud.
Fuente:
Portafolio Económico, Gestión
02-05-13
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