La tragedia del 24 de abril ha dejado más de 1.000 muertos y
muchos de los heridos han tenido que sufrir amputaciones por las profundas
heridas ocasionadas. Los obreros textiles han recibido otro fuerte agravio. Esta
es la gota que colma el vaso de una actividad caracterizada por las condiciones
subhumanas en las que trabajan (muchos centros laborales solo tienen una sola
puerta, de ingreso y salida, para tener un mayor control hacia los
trabajadores) y sus míseros sueldos que oscilan entre 38 y 50 dólares. Es
menester recordar que hasta el 2010 el sueldo era de 21 dólares. Las jornadas
laborales son de 54 horas semanales y algunas fuentes declaran que un obrero
textil puede llegar a trabajar 15 horas diarias, sin, por supuesto, recibir
pago alguno por las horas extra.
El escenario es muy crudo y devastador. Bangladesh tiene una
población de 128 millones de personas. El rubro textil, el más fuerte de su
mercado, representa el 80% de sus exportaciones; Los ingresos netos de esta
actividad económica llegan a los US$ 20.000; y da trabajo solamente a 4
millones de personas. Bangladesh, uno de los países más pobres del mundo, es
una plaza indistintamente atractiva para multinacionales de la ropa, ávidas por
obtener jugosas ganancias. Las ventajas comparativas, tan celebradas por el
dogma neoliberal, en este país asiático son las de tener a una población sumida
en la pobreza que busca desesperadamente un trabajo para sobrevivir.
La élite política, ganada por la corrupción y una pútrida
vocación lucrativa, está conformada por dos decenas de los dueños de las
fábricas textiles, las cuales en el territorio bangladesí llegan a 5.400. De
esta forma, las pretensiones por cambiar el régimen laboral se choca con la
negativa de un poder legislativo ensoberbecido por el verde papel. Sin embargo,
que se cambien las reglas del juego sería una victoria pírrica para el pueblo
bangladesí. Los reducidos pagos a los obreros textiles en el continente
asiático ocasionaría solamente que las multinacionales empaquen sus maletas y
se trasladen a otro país a aprovechar esas ventajas comparativas odiosamente
injustas.
La tragedia de Daca ha puesto en un dilema a las
multinacionales. A unas, de pronto, les ha dado por denunciar el estado de
cosas existente que devendría en apoyar fuertemente políticas de seguridad de
infraestructura. Otras, a la vista de que sus relaciones contra los mercaderes
del hambre ya no son pasadas desapercibidamente, evalúan cambiarse de
vecindario. Tienen una reputación mellada.
Los del primer grupo donan dinero al gobierno para que este apoye
a las fábricas en su implementación de medidas contra incendios. Asimismo,
academias de salud y seguridad laboral son una de los ejes donde trabajan
principalmente multinacionales como Gap, Primark, Loblaw y Walmart.
Las auditorías laborales, que sirven para fiscalizar las
condiciones laborales en las fábricas, claramente no han servido de nada. Con
un sencillo “compra-venta” entre auditores y empresarios, las auditorias, que
para muchos de sus críticos consisten en rápidos formularios, estos mecanismos
no han sabido resolver los desastrosos estándares laborales. Esta iniciativa,
que compete al gobierno, ha hecho que las multinacionales se decidan más por la
ayuda monetaria independiente que prestan. Esta particular responsabilidad
social consiste, a juicio de los actores laborales, en la reproducción de
videos tutoriales y clases de seguridad. Ineke Zeldenrust, de la Campaña Ropa
Limpia considera así esta actividad: “Los trabajadores necesitan una solución
rápida. Esta falta de una acción inmediata y contundente para afrontar este
tipo de problemas equivale a una negligencia criminal”. Y es cierto. De
concretarse estas medidas sería como que el embaucado trabajador textil trabaje
en un lugar “segurísimo” manteniendo esos sueldos de miseria. Por lo pronto, es
poco lo que se le puede exigir a estas empresas. La OIT, sin embargo, en los
últimos días está realizando negociaciones con las multinacionales y miembros
del gobierno para mejorar los estándares laborales. Empresas como Zara,
Benetton, H&M suscribirán el documento.
La sindicalización y la negociación colectiva pertenecen al
mundo de la fantasía en Bangladesh. La OIT denuncia que se introduzcan entre el
plano de reformas y se espera que así sea. Del mismo modo que organismos
multilaterales vean que este tipo de realidades no pueden seguir
reproduciéndose. El capitalismo más brutal ha hecho otra aparición.
Fuentes: ABC, El Comercio, Rtves, El Mundo, Centro de
noticias ONU
15.05.13
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