viernes, 10 de mayo de 2013

Las unilaterales recetas del controversial Hernando de Soto

Una de las tesis bandera que el  economista Hernando de Soto difunde por el mundo libre es el documentalismo, la cual consiste en una política de papel que legitime los movimientos económicos de la sociedad. La titulación de la propiedad de tierras, la validación, los estatutos de alguna institución, los documentos de identidad, contratos de toda laya y otros tipos de terminología burocrática- o, eufemísticamente, administrativa- son la base para un fructífero desarrollo capitalista, según el líder del Instituto Democracia y Libertad (IDL). Y es que, como apoya el filósofo Barry Smith, “la evolución de documentos comerciales de papel es responsable del éxito del capitalismo occidental. Los documentos han creado una infraestructura invisible de múltiples tipos de entidades no físicas que impregnan la realidad social contemporánea”. Quiérase o no el papel domina el mundo; sea un documento sellado de oficina importante o un verde dólar norteamericano.

 La propuesta del economista arequipeño representa un soporte considerable para quienes están imbuidos en una sociedad capitalista. Más expresamente, sirve de ansiado bote salvavidas en el desesperante parsimonia que representa la tramitología de las instituciones. Me explico. Una de las salvedades del pensamiento de Hernando de Soto consiste, básicamente, en reforzar la cultura del documento, promoviendo de este modo el competitivo intercambio económico basado en él.

Luego de una mirada compenetrada a la realidad de su tiempo  (aquella que se vivió en las décadas del terrorismo), de Soto concluyó en que las olas de informales que recorrían Lima, se debía al desfase del Estado, al abandono de este a las pequeños empresarios, los emprendedores o todo aquel que decida salir adelante en la vía de los negocios. La consecuencia de esto, de las trabas burocráticas que imponía, devino en un acelerado movimiento de informalización. En una economía en declive, lo más lógico era vivir al margen, ganándose la vida a pulso propio, sin la supervisión de algún órgano estatal. Se aprecia aquí el germen del nuevo peruano, esos que predominantemente llaman el “emprendedor peruano”. Hay dos consecuencias de ello: una sólida confianza en que uno puede salir adelante sin ayuda de papa Estado y la de ser una de las cinco principales economías informales del mundo, como señala Pablo Secada, economista del IPE.

Como se ve, las tesis del economista resultan favorecedoras para un entorno como el nuestro. En ese sentido, y en el marco de la proclamada reforma del servicio público, la propuesta de de Soto aparece como idónea. No queda duda que desde el Legislativo se debe prestar mucha atención al contenido de las ideas de de Soto. Las interminables colas en los espacios estatales, por citar un ejemplo, tendrían fecha de caducidad.

Algo se destaca de todo esto: la ubicación. Y de Soto no parece darse cuenta de ello. El economista, y esto es muy celebrado por la prensa, ve en esta tesis de institucionalizar las transacciones económicas vía papel como el modo infalible para llegar al desarrollo capitalista. Hay un video en la web que retrata fielmente el modo en que de Soto hace llegar su discurso: en una entrevista con Jaime de Althaus, de Soto afirma, sin ningún sobresalto, que Osama Bin Laden, líder de la red terrorista Al Qaeda, fue encontrado, abatido y muerto precisamente porque se encontraba en un bien inmueble “registrado legalmente”. De haber seguido en las montañas, tamaña hazaña militar no hubiese sido posible. Althaus piensa mientras escucha a su interlocutor: “WTF?”

Y es ese el discurso de de Soto: titular propiedades, emponderar a los necesitados por la vía de la legalidad, ofrecer créditos. Todo ello con el fin de promover el capitalismo popular. En ese sentido, de Soto insta, con bibliografía en mano y trabajos de investigación, que las comunidades amazónicas deben registrar sus propiedades, es decir los casi infranqueables terrenos donde habitan, para tener una mejor posición a la hora de entablar negociados con empresas que deseen entrar en su territorio. Las mesas de diálogo son un regreso al pasado; innecesarias por lo demás. Con su propuesta se llega a un comprobable intercambio de tú a tú. La comunidad indígena y la empresa en las mismas condiciones. Pues de otro modo no sería posible: mientras un ciudadano sí puede entablar procesos con la documentación en mano; un poblador de alguna comunidad olvidada no puede hacerlo. (¿Se preguntará el alabado economista por las condiciones de justicia allá en el interior; donde ni siquiera hay juzgados especializados que tengan la lengua autóctona como herramienta inclusiva del acto jurídico?) De Soto, imperturbable, enseña sus pergaminos liberales: “Yo creo en la igualdad ante la ley”.

Diversos especialistas se han referido al trabajo de de Soto para con las comunidades indígenas. Indican que en los casos donde los nativos de la selva han titulado sus bienes y los han tranzado con colonos, aquellos no han mejorado en mucho su situación, incluso han visto recrudecida su pobreza. De Soto, al extraer una experiencia de integración de las comunidades nativas al mercado, cree que esta debe ser la regla. El economista se basa en lo acontecido en Alaska, cuando las tribus del lugar negociaron la titulación de sus tierras con el gobierno estadounidense. Esta experiencia ha rendido buenos frutos pues las tribus de la región participan del crecimiento económico. La convivencia entre identidad y crecimiento económico se ha dado fructíferamente. Empero, hay que tener cuidado con esto. No se trata de un “copy and paste” socioeconómico.  

En este aspecto suenan contraproducentes las visiones que tiene de Soto sobre la amazonía son muy distantes de lo que realmente se percibe en ese contexto.  Como bien lo define Fermín Tiwi Patti, abogado awajún, la cultura de las comunidades indígenas está en la otra orilla del pensamiento de la economía occidental. Si bien hay algunos que han arrendado sus parcelas, el dinero obtenido no se invierte, se malgasta; es por eso que muchos indígenas terminan endeudados. No es que sean derrochadores, simplemente tienen la idea de que “si tú me das algo, no necesariamente debo devolvértelo”. El propósito no es decir: “miren ellos piensan así, dejémoslos tal como están” en un sentido etnocentrista; sino más bien ver las posibilidades que tienen para alcanzar el desarrollo económico. El mismo Fermín sugiere que sea el comercio, con una posible ayuda técnica de de Soto, la actividad principal de las comunidades selváticas. Esto es más acorde al espíritu de estas.

Son muchas las variables en juego. El régimen de propiedad, por ejemplo, no revertirá en mayores ventajas económicas. Subraya Fernando Eguren, sociólogo experto en temas agrarios, que no es tanto un problema económico el de la titulación, sino más bien político. Las reglas del juego favorecedoras a las grandes empresas, la poca validación que tienen los documentos de propiedad, así como la poca participación de la banca en la entrega de créditos agrarios (imagínense que si son reducidos los créditos en el sector agropecuario de la costa y sierra, peor será en esta zona tan largamente olvidada). Eguren sostiene, pues, que el problema no va tanto por la titulación, sino una mayor intervención del Estado porque las condiciones de negociación entre empresas y comunidades se den en óptimo estado. Es, en suma, lo que Hernando de Soto desearía, ¿verdad?

Pero no nos engañemos. Resultan loables las intenciones de de Soto por institucionalizar la documentación y su deseo por integrar al mercado a las masas de informales. Sin embargo, la propuesta suya de la titulación expansiva de créditos en la tierra amazónica se enfrenta a un complejo escenario de múltiples culturas y pareceres. De Soto apuesta por una titulación al caballazo, sin tomar muy bien en cuenta esas realidades. Y es un defecto que trasciende ese campo. Por ejemplo, de Soto cree que las movimientos populares árabes que capturaron la atención del mundo los últimos dos años, se debió a una frustración de emprendedores. Mohamed Bouazizi, joven tunecino que se prendió fuego por que autoridades del orden le quitaron su puesto de frutas, es, en la visión del arequipeño, un mártir del emprendedurismo. Nada importan las violentas condiciones sociales y políticas y el recorte de libertades en el país. O se podría hacer una excepción: solo importa la libertad económica, madre de todas las demás para un neoliberal contumaz como de Soto.

En un país con una 20% de población que no ingresa a los servicios de salud, así como la “incomprendida” amazonía, donde en la región Loreto solo 3 de sus 7 provincias tiene acceso al agua potable por  falta de redes de  conectividad, y en el cual la educación pública y privada está por los suelos, ¿cómo creer la que llavecita mágica del progreso se encuentra en una titulación? Suena lamentable reconocer que Hernando de Soto, avalador del golpe del 5 de abril, sea considerado como uno de los pensadores top del mundo.

Fuentes: Servindi, www.veneconomy.com, El Dominical, El Comercio
10-05-13

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