lunes, 11 de agosto de 2014

Lo desconocido era su fuerte

Llegué algo tarde al FIL Lima. No había carros ese domingo y tuve que tomar un taxi. Para colmo el señor del taxi no tenía cambio del billete viejo de veinte soles y tuvimos que dar vueltas por la manzana del lugar donde está el  FIL en búsqueda de un grifo. Al final lo encontramos pero ya era tarde. Vi el reloj y Susan para esa hora probablemente era acosada por los fans para tomarse selfies. Yo me lo perdía todo por tardón.

Ingresé corriendo. No me importó para nada encontrar a Estefanía de modelito de esa librería local. Sí, tendrá sus curvotas pero… a metros de Susan Orlean, ¿quién se detiene a ver a ese mujerón?

-Hola, Estefanía, ¿Tan apretadita? Ja,ja, ¡te llamó en un rato, ah!

Susan Orlean es autora de El ladrón de orquídeas, libro que relata la historia de John Laroche, un fanático coleccionista que roba orquídeas en reserva en California. La historia le valió muchos reconocimientos y fue llevada con éxito a la pantalla grande de la mano de un buen trabajo del guionista Charlie Kaufman. La actriz Meryl Streep haría de la cronista del The New Yorker y compartiría roles con un duplicado Nicolas Cage.

Susan Orlean de afable sonrisa, brazos fuertes, cabellera rojiza y vestido negro conversaba con los asistentes. Yo me sentí en confianza con esa sonrisa que tenía y pensé que podía responderme algunas preguntas. “Susan, estamos en vivo para Cuarto Mensaje, qué opinas sobre la supuesta crisis del periodismo”, pensaba en preguntarle y ponerla contra la lona mientras me la  acercaba.

Mi ansiedad era grande y las preguntas que formulaba en la cabeza caían como si se hubiesen tropezado de una gran escalera, lo cual me producía mayor pavor. Saqué la inefable libreta de notas y apunte desordenadamente una por una.

-¡Su…!

-Suuuusan, hola, darling.

La voz era de mi enemigo de culturales: Titín Lanas. El depravado y avezado reportero se puso entre mí y la autora y le regaló inopinadamente un pisco y un retablito ayacuchano.

-¡Oh, thank you! –dijo la Orleans.

Lanas me miró de reojo, me lo guiñó y sacó rápidamente su Sony para empezar su trabajo. Yo le mentaba la madre, enfurecido, en mi cabeza.

-Susan, ¿do you speak spanish?-dijo el tonto intentado hacerse el simpático a sabiendas de que la renombrada periodista había dado la charla en un español que más parecía spanglish, según me dijo un testigo.

-Por supuesto-dijo masticadamente la Orleans.

-Well, empecemos.

Lanas, hay que decirlo, había estudiado a fondo la carrera de la escritora y periodista. Hablaron sobre la adaptación del cine de su obra principal, del bello e imperecedero reportaje que es, de su amistad con Meryl Streep, de los desenlaces a la que fue llevada la película gracias a Kaufman, etc. Una pregunta me sorprendió más de lo normal y por eso sentí algo de respeto por Lanas.

-Has señalado que para escribir un reportaje prefieres los temas desconocidos, mientras el manual advierte que uno debe escribir sobre lo que sabe bien. ¿Cómo es tu proceso de trabajo?

Orlean lo miró un tanto maravillada, por fin alguien preguntaba sobre metodología en sí.

-Es verdad: siempre te dicen que escribas sobre aquello que conoces. Sin embargo, yo siento que el periodista siempre debe tener una actitud de estudiante, en permanente aprendizaje. Si conoces la materia en la que investigas, no encontrarás sopresas. Para mí, escribir una historia documenta el proceso de conocimiento. El descubrimiento y la sorpresa son los elementos básicos que busca el lector.

-¿Cómo acercarnos a un tema que conocemos?-preguntó Lanas sin ser perturbado por los sabuesos del FIL que venían a llevarse a Orleans para la foto institucional.

-Me interesan dos tipos de historia: la primera es la que me obliga a cruzarme con una subcultura desconocida. La otra es buscar en lo familiar y lo ordinario, aquello que nunca te has detenido a observar. Casi cualquier cosa puede darte una historia, todo depende de tu intuición particular para abordarla. En el caso de “El ladrón de orquídeas”, yo no sabía que había gente que comerciaba y coleccionaba orquídeas, moviendo grandes cantidades de dinero. Es como mirar por el hueco de una cerradura y descubrir todo un mundo.

Orlean, después de haber testimoniado su experiencia de trabajo a Lanas, le dio un beso que fue recibido con una sonrisa oreja a oreja de Lanas y se fue con el chullo puesto. Yo lo miraba picón.

-Bien ahí, cholo-le dije para cumplir.

-Hablé en voz alta, comparito-me dijo Lanas-.  Cátedra gratuita, eh.  

11-08-14

Adaptación de una entrevista hecha por el periodista Enrique Planas a la autora Susan Orlean. Luces 03/08/14

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