domingo, 17 de agosto de 2014

El soplo y el círculo



“Es una lástima no verla. A kilómetros está. Creo que ya no la volveré a ver…”. Rocko husmea las plantas, algunos arbustos. Su nariz no le teme a la malograda planta de espinas, pasa por ella y riega la planta con animal sentido. El perro rasga el pasto con la pata y sigue su camino oliendo como si tratara de detectar un tesoro o la presencia de un enemigo de su raza.

Vuelvo a pensar en ella, en esos quince minutos que tengo para el perruno amigo que ella conoció aquí y para caminar un rato. La calle está vacía. Cuando pasan los carros, se siente el paso de los neumáticos con la garúa. Es un sonido húmedo y  rápido, como cuando las olas llegan a la orilla, besan las piedras y retornan a la masa marina.

Me dan ganas de soplar, siento mis pulmones hinchados y boto el aire, aguijoneado por algo interno.

Una bocanada de fuerza transparente se aleja de mí, mueve los cables de los postes y la propaganda electorera amarilla es volteada, volviéndose imperceptible. La bocanada prosigue hasta llegar a la atmósfera para combatirla. Yo quedo atónito pues a lo mucho le soplo desde mi asiento lector a Rocko y sus orejas ni se mueven, incluso cuando es mi cumpleaños necesito de dos o tres sopladas para fulminar la llama de la vela interrogante. Me sorprendo he dicho. Por eso sigo sopla que te sopla por la idea que se me ha cruzado.
Mi esfuerzo va rindiendo frutos. Rocko ni me mira, solo ha caminado un poquito más rápido pues el aire que sale de mí pronto se vuelve helado.

El aire exhalado forma un conducto arremolinado de sólida consistencia. “Ta huevón”, me digo mientras soplo como el lobo del cuento. Algunas avecillas se desorientan por el canal de aire formado. Su bandada se desordena. Paro por segundos al ver que he golpeado con mi soplo a una que se desvía notoriamente. El soplo y mis cachetes inflados continúan pues el ave se ha recompuesto y se pliega a la banda. Escucho unos graznidos. Debe de recordar a mi madre.

En lo alto, ni siquiera los del instituto Senamhi lo han podido prever. Allá en el cielo se ha formado un círculo por el soplo que despeja. A su alrededor hay niebla aburrida, un manto muy oscuro que no tiene nube alguna. En mi círculo no. Hay nubes sí, pocas y distantes, pero también hay estrellas. Cinco o seis que están encantadoramente dispuestas. Son puntos que brillan mucho y de cuando en cuando tintinean. Sigo soplando pero reduciendo la fuerza, hechizado por lo que he hecho.

Rocko me jala, quiere llegar pronto a un arbusto para dejar o recibir un mensaje, eso no lo tengo claro. Le digo que espere.  Como no hace caso, impongo mi principio de autoridad y cojo con firmeza la soga. Él siente la advertencia y obedece para que su cuello no moleste.

Más tranquilo, me siento en el murito del jardín de la ciclovía observando el fenómeno que cualquiera diría como meteorológico o producto de los ovnis. Qué bueno que en este domingo por la noche la avenida esté vacía y el vigilante duerma, sino las habladurías incumbirían la visión. Dentro del círculo, hay sosiego y limpieza. Las estrellas están como deberían estar y el firmamento es de un azul marino muy nítido. Si se le agregase la luna sería fantástico, pero el calendario dice que para el siguiente mes. No importa igual. Esta noche hay cielo verdadero y estrellas. Por ráfagas, ella.

Entiendo que el can debe seguir. Él y yo. Miro las contadas estrellas por unos segundos, recuerdo un paisaje serrano, este, sin círculos de defensa a su alrededor, sino de cielo pleno, de estrellas abundantes y con montañas grandes debajo de ellas y de él.

La presión de la contaminación limeña va reduciendo el radio de mi círculo. Ya no son cinco o seis, ahora se ven tres, dos. Soplo con fuerza, quiero despedirme. La niebla se repliega, la esfera se extiende por momentos y aparece de nuevo el sexteto estelar. Recuerdo que le gustaban las estrellas, los pendientes del cielo; también la luna en sus diversas formas.

Rocko, impaciente, me jala. Debo de hacerle caso. Ahora sí me despido y mi aliento cede.

Cecilia desde lo alto ha sido vista. Creo que pude comunicarle mis deseos. Siento desde dentro de mi corazón que sí, que en estos momentos, esté donde esté, se toca el dedo anular y mira su anillo rojizo, decorado con estrellas y lunas.

La veo sonreír.


18-08-14

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