Oímos
“administración pública” y nos acomete un rápido escozor. Inmediatamente nos
asaltan hojas bond, hombres bien trajeados en saco y corbata, lentes
relucientes, sendas oficinas, extenuantes papeleos y larguísimas colas. Ni
hablar de la insufrible sala de (des)espera. Decimos “no”, cambiemos de tema. Quizás
algunos –más literarios- recuerden los “Poemas de Oficina” de Benedetti, aquel
poemario que grafica bien los pormenores de una sociedad clasemediera sumida en
eso pues que es la oficina, la rutina, sus 8 horas y añadidos. El microcosmos
del gerente, del papel bond y fotocopias.
Estos son tópicos,
pues, recurrentes cuando hacemos referencia a la gestión pública, la burocracia
o quizá sea mejor llamarla “burrocracia” por razones que muy bien conocemos todos
quienes hemos ido por lo menos una vez a alguna entidad del Estado. La
administración pública en nuestro país es un tema tan espinoso como
escandalosamente lento. Si los jugadores de la “U” en los noventa tomaban su
“sopa de cóndor”, cabe pensar que los funcionarios estatales degustan
sabrosamente su buen caparazón de tortuga en cada caldo servido. Y no porque
“es lo que hay” sino porque es lo que a estos empedernidos del retraso les resulta
más reconfortante.
A buena cuenta
tenemos, entonces, una reciente columna del profesor Raúl Ferrero, quien nos
habla de la Estrategia de Modernización de la Gestión Pública (2012-2016),
impulsada y aprobada desde la PCM. Los objetivos trazados, a su decir, serían
los de descentralizar, simplificar la administración, obtener mayor
transparencia, presupuestar por resultados e iniciar la reforma del servicio
civil (Servir).
De acuerdo a lo
que él mismo señala, son encomiables objetivos, buenas intenciones desde el
espacio que lidera ese fantasma llamado
Juan Jiménez Mayor (César Hildebrandt dixit). Empero, el jurista de San
Marcos es cauteloso. Y con razón. Estos objetivos de largo plazo se toparan con
esa casi infranqueable barrera llamada burocracia estatal, tantas veces plagada
de agentes improductivos (lo que se llama zánganos) y demases. Motivo por el
cual la estrategia diseñada desde el Ejecutivo la tiene enteramente difícil. La
decisión política, por lo demás inflexible, deberá mostrarse cuanto antes para,
por lo menos, dar los primeros pasos en esta urgente reforma.
Como todo lo que
atañe al Estado, en lo correspondiente a reformas, la citada reforma debe ir
acompañada de acciones en paralelo. Ferrero nos refiere la lucha contra corrupción,
uno de nuestros más profundos lastres (cabe mencionar el favoritismo que hallan
en él las jóvenes generaciones peruanas, de acuerdo al Barómetro de las
Américas. Como para decir “puajj”); reforma del empleo público (gran tarea de
la patronal Teresa Laos); y que la Autoridad Nacional del Servicio Civil
(Servir) profesionalice su actividad colaborando con ejecutar la Escuela Nacional
de Administración Pública (atentos, gestores). Evidentemente, ir apuntalando
desde otros campos también.
Y aunque el
laboralista Jorge Toyama nos recuerde que solo un 9% de universitarios desee
aportar con sus conocimientos en el aparato estatal, no se debería cejar en el
asunto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario