domingo, 30 de diciembre de 2012

¿Reforma de la administración pública? Ojalá


Oímos “administración pública” y nos acomete un rápido escozor. Inmediatamente nos asaltan hojas bond, hombres bien trajeados en saco y corbata, lentes relucientes, sendas oficinas, extenuantes papeleos y larguísimas colas. Ni hablar de la insufrible sala de (des)espera. Decimos “no”, cambiemos de tema. Quizás algunos –más literarios- recuerden los “Poemas de Oficina” de Benedetti, aquel poemario que grafica bien los pormenores de una sociedad clasemediera sumida en eso pues que es la oficina, la rutina, sus 8 horas y añadidos. El microcosmos del gerente, del papel bond y fotocopias.
Estos son tópicos, pues, recurrentes cuando hacemos referencia a la gestión pública, la burocracia o quizá sea mejor llamarla “burrocracia” por razones que muy bien conocemos todos quienes hemos ido por lo menos una vez a alguna entidad del Estado. La administración pública en nuestro país es un tema tan espinoso como escandalosamente lento. Si los jugadores de la “U” en los noventa tomaban su “sopa de cóndor”, cabe pensar que los funcionarios estatales degustan sabrosamente su buen caparazón de tortuga en cada caldo servido. Y no porque “es lo que hay” sino porque es lo que a estos empedernidos del retraso les resulta más reconfortante.  
A buena cuenta tenemos, entonces, una reciente columna del profesor Raúl Ferrero, quien nos habla de la Estrategia de Modernización de la Gestión Pública (2012-2016), impulsada y aprobada desde la PCM. Los objetivos trazados, a su decir, serían los de descentralizar, simplificar la administración, obtener mayor transparencia, presupuestar por resultados e iniciar la reforma del servicio civil (Servir).
De acuerdo a lo que él mismo señala, son encomiables objetivos, buenas intenciones desde el espacio que lidera ese fantasma llamado  Juan Jiménez Mayor (César Hildebrandt dixit). Empero, el jurista de San Marcos es cauteloso. Y con razón. Estos objetivos de largo plazo se toparan con esa casi infranqueable barrera llamada burocracia estatal, tantas veces plagada de agentes improductivos (lo que se llama zánganos) y demases. Motivo por el cual la estrategia diseñada desde el Ejecutivo la tiene enteramente difícil. La decisión política, por lo demás inflexible, deberá mostrarse cuanto antes para, por lo menos, dar los primeros pasos en esta urgente reforma.
Como todo lo que atañe al Estado, en lo correspondiente a reformas, la citada reforma debe ir acompañada de acciones en paralelo. Ferrero nos refiere la lucha contra corrupción, uno de nuestros más profundos lastres (cabe mencionar el favoritismo que hallan en él las jóvenes generaciones peruanas, de acuerdo al Barómetro de las Américas. Como para decir “puajj”); reforma del empleo público (gran tarea de la patronal Teresa Laos); y que la Autoridad Nacional del Servicio Civil (Servir) profesionalice su actividad colaborando con ejecutar la Escuela Nacional de Administración Pública (atentos, gestores). Evidentemente, ir apuntalando desde otros campos también.
Y aunque el laboralista Jorge Toyama nos recuerde que solo un 9% de universitarios desee aportar con sus conocimientos en el aparato estatal, no se debería cejar en el asunto.

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