jueves, 13 de diciembre de 2012

La pesquería peruana, una lavadora y el tranquilizante


Sin otro contratiempo político que no sea el de la unión ciudadana en pos de dar la civilizada contraria a la revocación de  Susana Villarán (insisto en que se fije en los estratos sociales menos favorecidos que es donde se incuba mayor descontento hacia su gestión), me gustaría realizar algunos comentarios sobre los apuntes económicos del día de hoy.
En reciente publicación de su libro, Carlos Paredes, profesor de economía e investigador de la USMP, nos presenta un descompuesto panorama del sector pesquero peruano.  Para quienes siguen pensando en reducir impuestos a las empresas extractoras que vienen a nuestro país, a fin de que se desempeñen mejor, las conclusiones de Carlos Paredes resultaran de lo más aleccionadoras. ¿Por qué? Pues porque en tiempos de hegemónica prédica neoliberal que declara menos Estado y menos regulaciones, el hecho de que desde sus mismas canteras se diga algo contrario es de resaltar. El profesor Paredes no apostará por un cambio de sistema (de eso estamos muy lejos), pero si lo que dice trata de recaudar más para distribuir más, ahí estamos (a ver la si la paupérrima gestión del Estado se despierta de su tóxico sueño).
Los derechos de pesca, dice, que se pagan en el Perú no tienen correspondencia con la alta productividad de nuestro mar. De más está decir que el nuestro es uno de los más ricos del mundo. Propiedad de todos los peruanos, el Estado no hace mucho por que la renta que tienen las empresas suba más. La alta producción en nuestros días debe ameritar una subida de los derechos de pesca. Asimismo, en la misma presentación, Patricia Majluf, ex viceministra de Pesquería, de triste salida de este gobierno, critica que la pesca de anchoveta solamente se destine a la elaboración de harina de pescado. Teniendo en cuenta  lo nutritivo de este espécimen marino y el nivel nutricional de nuestra gente, de acuerdo con Majluf, la decisión política de promover el consumo de anchoveta en los hogares peruanos es definitivamente correcta.
La fuga de talentos que erosionan la investigación de nuestras aguas (responsabilidad no solo del Instituto del Mar del Perú, sino del Estado) y de una falta de monitoreo, hacen de nuestro sector pesquero un nuevo punto en el que trabajar, y con urgencia.
Por otro lado, Gustavo Yamada, en columna reciente nos habla de pobreza y clase media. Sobre cómo definirlas. Apunta que ya existe un consenso sobre la pobreza en un sentido monetario, esto es, se dejará de ser pobre conforme se pueda costearse una canasta de alimentos que superen las 2.300 calorías diarias, básicas para proveer de energía al ser humano. Como bien lo dice, esto en el aspecto monetario. La forma multisectorial, la que ve temas de salud, educación, justicia, etc., como se ve, es más compleja. Por otro lado el consenso sobre definir a la clase media es más intrincado. Vastos estudios desde las ciencias sociales todavía no la definen como tal, dice. Por ello, siguiendo al economista sueco Hans Rosling, Yamada desliza una clave para definir a la clase media: poseer un electrodoméstico. En este caso, una lavadora.
Es un poco raro esto, ¿verdad? Como voluntario de la Defensoría del Pueblo una vez camine por un AA.HH. que se encuentra detrás del aeropuerto Jorge Chávez. Deambulando por “El Ayllu”, que así se llamaba el asentamiento, di cuenta de que una de las vecinas del lugar tenía una lavadora apostada en la puerta de su casa. Sorprendente artefacto en un lugar como ese. No es que en un asentamiento no se pueda tener lavadoras (de repente se compró tal aparato mediante una colecta barrial, algo muy incierto realmente), sino que definir clase media en torno al electrodoméstico es una cosa muy relativa. Por el momento, me quedó con la definición de clase media, que sin ser exaltada como tal, es decir, como “definición”, la ve como acceso a los servicios públicos de salud, educación y cultura, entre otros, de calidad. Ciertamente son conceptos vagos. Como dice Yamada, aún no hay consenso. Tarea para las ciencias sociales.
En un campo lejano, el economista Waldo Mendoza nos habla de la crisis europea y nos tranquiliza. En efecto, el profesor de economía de la PUCP, comenta en su columna de hoy (13/12/12) sobre los inexistentes efectos de la crisis europea en el país. El dólar sigue en un nivel bajo, las exportaciones no conocen de pausas, los precios de nuestros minerales no decae y las inversiones se mantienen. No hay signos de que un probable desplome. Todo de maravillas. El piloto automático económico no se verá afectado, de acuerdo con Mendoza. No obstante, es de resaltar el pedido del economista por apuntar a sectores ajenos a la minería, que es el sector del cual salen más del cincuenta por ciento al PBI. En un ambiente económicamente favorable sería indispensable desarrollar la industrialización del país. Proyecto del que se desiste o ni se toma en cuenta. 

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