Seguramente
usted ya se habrá cansado de oír las voces que tratan sobre el buen estado de
nuestra economía. Especialistas que peroran sobre el buen desenvolvimiento de nuestra economía hay por montones. Las cifras los avalan, bien por ellos y bien por nosotros. Los dígitos en azul y nuestra estabilidad macroeconómica son, qué duda cabe, nuestras mejores cartas de presentación ante los inquisidores ojos internacionales. De un tiempo a esta parte, la solidez económica y nuestra feraz biodiversidad como ricos minerales compiten palmo a palmo con las postales turísticas de nuestras tierras, indesligable atractivo peruano y que siguen cautivando a propios y extraños. El celebrado “Promperú”, diríamos, surge como consecuencia del buen nivel de nuestra economía. Por otro lado, también es cierto que Latinoamérica, ante la crisis mundial, figura como una región que ha sabido sortear los embates de tal coyuntura y se perfila como un lugar propicio para que las distintas empresas apunten su atención. Tales circunstancias, vale decir, han hecho que sea ya un lugar común hablar de los progresos y confianza económica en esta parte del mundo. No obstante lo anterior, la crisis es fuerte y, a pesar de lo bien que nos va como región, pronto llega y… la que se va armar. Finalmente estamos en un mundo globalizado y algo nos tiene que tocar.
Es en sentido que nos llega un informe de The Wall Street Journal Americas. El presente dato detalla sobre el proceder de las economías de nuestra región. Así, el informe abre dos grupos: uno (conformado por Perú, Colombia, Chile y México) y el otro (representado por Brasil, Argentina, Venezuela y Ecuador). Lo curioso del informe es que traza una raya entre los grupos. Los primeros son aquellos que liberalizaron sus economías; los segundos los que tienen una mayor regulación en cuanto a las empresas, es decir, hay una mayor presencia del Estado. Todos ellos en el marco del alza de las commodities en la región, aquella que impulsa a virar los ojos hacia nuestra región por nuestros bienes naturales.
Como se decía, el informe agrupa a los, a modo didáctico, “pro-mercado” y los “pro-Estado”. De esa forma, establece que en el último trimestre (la muestra se basa en ellos) el PBI de las naciones del primer grupo se mantiene más regular y no cae en los predecibles tropiezos por culpa de la crisis mundial. Los datos que nos da la periodista Sara Schaefer Muñoz, quien es la que escribe tal información, describen una mejor performance en los países del primer grupo. Los empresarios, siempre en busca de una mayor productibilidad, enfocarán toda su atención a los países que liberalizan sus economías, quienes tienen como objetivo hacer más atractivas sus plazas. Y lo logran. Las referencias a la “fuerte macroeconomía y estabilidad política” o “respeto a la inversión privada” de algunos empresarios son recurrentes argumentos que bien podrían resumirse en: los gobiernos se la ponen fácil. Porque, por ejemplo, ¿hablar de estabilidad política en el Perú? Sí, compare.
Desde el otro lado, los “pro-Estado”, a luz del presente informe tienen otro panorama. Por lo menos a los que este diario especializado en economía pretenciosamente se centra. Brasil y Argentina, después de una excelente actividad en economía durante el 2010, ahora crecen a reducidos pasos. El fomento de la industria interna y la protección a estas, así como los gastos públicos en estos Estados no fue suficiente y pagan las consecuencias. Dicen algunos economistas que estas medidas funcionan a corto plazo pero ahí quedan. No son sostenibles para las empresas. Sin embargo, el grupo tiene dos integrantes más que no han sido tomados en cuenta: Venezuela y Ecuador, quien brilla por su ausencia. De acuerdo al cuadro estadístico Venezuela y Ecuador caminan en paralelo con las economías del primer grupo. Incluso, y esto es para resaltar, Ecuador llega al 8%. Los países del primer grupo apenas llegan al 6 en promedio (Perú está en un 6.5%). Pero esto parece no inmutarle al The Wall… Como se deja ver en lo que va del informe, buscan ensalzar a las economías pro-mercado y relegar a las que tienen un Estado, con todos sus errores, más presente. Venezuela tiene un crecimiento similar a la de los países sobremanera afines al mercado, pero ya economistas desestiman eso y opinan que ya se las verán el año que viene. Si el informe trata sobre las diferentes velocidades de crecimiento en economía, es visible la rapidez que tienen para defender sus posturas ideológicas. Aquí les dejo el link para que puedan verlo: http://www.lanacion.com.ar/1532730-las-economias-de-america-latina-marchan-a-dos-velocidades-distintas
. (Lo veo nuevamente y observo el 12% para el segundo grupo, que está ausente en el primero. Ufff)
Cabe recordar que los países con mayor Estado son sindicados desde los diarios tipo El Comercio como los potenciales enemigos de la democracia latinoamericana, la llamada Alianza Bolivariana. Nadie niega que Correa o Chávez tienen tremendos exabruptos para con la prensa de sus países. Pero como nosotros no somos ningunos caídos del palto, sabemos que la prensa oculta intereses diversos y no por nada se les reconoce mejor con el slogan “libertad de empresa” que con el digno “libertad de prensa”. Además, y poniéndonos bajo su óptica, si ven todo con la cerrazón que da el enfoque economicista que impera actualmente, ¿esto acaso no les viene bien (el desempeño económico de Venezuela y Ecuador)? Evidentemente hay algo que les molesta y quizá sea eso mismo: que hay un Estado fuerte y contrario a lo que dicta el dogma del libre mercado.
Y esto ya es más que un lugar común. Es un acto de fe. Recuerdo la relación que hacía el brillante Saramago sobre el capitalismo y la iglesia. Ambas reproducen fanáticos por doquier. La iglesia ha ido perdiendo el paso con el tiempo, el capitalismo no. Ahí sigue, pese a sus sucesivas crisis, bien paradote. A falta de una alternativa a él, eso se entiende. O a falta de voluntad de hacer esas alternativas, quizá sea mejor decir.
En el Perú, el capitalismo está mejor que nunca. Sus teorías, ya lo dijo Richard Webb, ya triunfaron desde hace rato. Indudablemente, tenemos fallas que recorren transversalmente todo el cuerpo del país. Sin embargo ese “lugar común” de que todo esta 10 puntos nos aletarga y nos destaca hacia la pasividad.
Aquí un ejemplo: en reciente columna para El Comercio, el profesor e investigador de la Universidad Pacífico, Carlos Parodi Trece, comenta un análisis de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, mejor conocida como CEPAL. En ella se describe que, en efecto, el porcentaje de pobreza en América Latina se ha visto reducido. (Se oye un aplauso de los áulicos del libremercado). Los porcentajes son los siguientes: en 1980 América Latina tenía un índice de pobreza de 40.5%. El cenit de ella sucedió en los fatídicos noventa con un 48,4%. Con el ingreso al nuevo milenio se redujo a 43,9%, año 2002. Diez años después América Latina ostenta un envidiable progreso de 28,8%. Maravilloso, ¿verdad? (Nuevo aplauso de los cortesanos del libremercado) El problema radica en que la población ha aumentado y con ello, el número de pobres. Veamos: en 1980 América Latina contaba con 136 millones de pobres. En el 2002 teníamos 225 millones de personas en la pobreza y diez años después América Latina tiene 167 millones de personas en estado de pobreza. Los individuos que viven en extrema pobreza también aumentaron de 62 millones a 66 millones en el lapso que transcurre de 1980 a 2012. (lo del CEPAL miden al pobre como aquel que no puede costearse una canasta básica de alimentos y necesidades primarias; el pobre extremo o indigente como aquel que no puede ni la una ni la otra) O sea que el porcentaje de la pobreza ha bajado pero el número de ellos ha aumentado. “En síntesis, dice Parodi Trece, casi un tercio de América Latina es pobre”. Menuda contradicción. ¿De esto se dice algo? (el auditorio se retira fastidiado).
Carlos Parodi continúa. Somos un país de 30 millones de personas pero 10 millones son pobres. Se supondrá que los 20 millones restantes gozan de los beneficios del Estado. Esa suposición está mala. Vaya uno a ver cómo se les recibe en los hospitales, el deplorable transporte público y el bajísimo nivel de educación.
Ante esto, el profesor esboza una propuesta, en realidad dos: la reforma del Estado y de los servicios de salud y educación. Imperiosa la necesidad de reforma del Estado porque como hay mayor crecimiento, hay mayor producción y, por ello, una mayor recaudación de dinero. El problema está en cómo distribuir. Se hace indispensable un mejor manejo de la gestión pública. Segundo, para “incluir” a la gente pobre y desarrollarnos mejor, se hace igual de inobjetable reformar los servicios de salud y educación. Todo ello devendría en un trabajador con mayor calificación y, por ello, con mejores oportunidades de trabajo. Se incluyen, bajo reformas, a los pobres y punto, contentos.
Queda claro, entonces, el triunfo de la teoría, esa que trata sobre mantener el sistema y sus instituciones. ¿Alguno de ustedes recuerda La Gran Transformación? Hoy el piloto automático parece ser lo más conveniente. Para estos efectos, sirva como ejemplo el aguerrido economista Juan José Garrido, quizá uno de los mejores defensores del dogma neoliberal en el plano local. Favorito de usas estadísticas que lo avalen, Garrido toca el tema de la educación en su columna de martes en El Comercio. No de forma deliberada, sino que ve a la educación como plaza fuerte para pasar del crecimiento a, finalmente, el desarrollo. Con lo cual se complementa con lo dicho anteriormente por Carlos Parodi.
Con indicadores del Foro Económico Mundial, observamos que Perú figura en el puesto 138 de 144 economías en cuanto a calidad educativa primaria. En calidad de sistema educativo figuramos en un indecoros puesto 132. Recogiendo el ejemplo de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), por otro lado, Garrido Koechlin trabaja la idea de obtener una mejor calidad en educación como aliado del crecimiento. Si bien lo hace como una forma de hallar esa innovación tecnológica que nos dará un “plus” en cuanto a la producción, el economista cree igualmente en la formación crítica y humanística de la educación. Para finalizar la intervención de Garrido Koechlin, este cita la encuesta que se hizo en el último CADE. Los empresarios, el 71% por ciento estableció como prioridad del gobierno el que se reforme la educación, los mismos que, también en porcentajes, esta vez de 52%, aprobaban la corrupción como acicate para el progreso.
Como se desprende de todo ello. Las medidas para resolver los problemas por los que pasa el Perú se analizan sin tocar el modelo económico, ese que muchos peruanos pusieron por un momento en jaque con la aprobación del Ollanta candidato. Parodi apuesta por la reforma del Estado y Garrido opta por un mejor equilibrio entre capitalismo y democracia, aunque esto último suene raro, dada su abierta “repulsa” a los que el llama rojos.
Frente a este panorama que todos nos sabemos de paporreta, es interesante prestarle atención a lo que dice Pedro Francke. El economista hace un análisis, somero por cierto, del modelo primario-exportador desde su trinchera en Gestión. Basándose en una larga bibliografía, enfatiza en los contra de este sistema que prima una sola actividad económica. Dice, citando un trabajo de los investigadores Sachs y Warner del año 1997: “las economías orientadas a la exportación de materias primas les va peor en cuanto a crecimiento económico”. En este particular, sería bueno darle una ojeada al libro de Galeano “las venas abiertas de América Latina” en la que hace un estupendo análisis de, eso mismo, las economías que basan su crecimiento económico en un solo campo perdiendo de vista el resto. Las experiencias de países vecinos y el nuestro es nada menos que lamentable. El hecho de que Francke toque este tema da cuenta de lo poco que se ha aprendido en materia económica. Es, pues, el Perú un país que se trae cada cosa…
Francke habla de diversificar las actividades económicas. Ve en ello el por qué economías como las asiáticas se distancian tanto de las latinoamericanas. “El cambio de la estructura productiva y del empleo hacia las actividades de mayor nivel de productividad”, puede ser el camino. La industrialización también tiene acogida, de acuerdo con Francke. Con ella se lograría una mejor producción.
De acuerdo a lo dicho, Francke está en franco desacuerdo con esa mano invisible del mercado. Un Estado sería quien se encargue de tales tareas que el economista ve como positivas. Ahora bien: un capitalismo de Estado se preguntarán algunos. ¿Keynessianismo? Que es la cara bonita de este régimen económico. Probablemente. Sin embargo, de todas las propuestas es la más audaz por cuestionar el modelo. Esperemos que ahí no quede la cosa.
De momento, las cifras que Parodi Trece apunta caen como un baldazo de agua fría para todos aquellos que se duermen en los laureles de la reducción de la pobreza. Han bajado los porcentajes, las estadísticas, pero los pobres han aumentado. ¿Habrá opción para que reconsideren sus posiciones quienes van contentos con ello? Los que mordemos la indignación nos oponemos a eso.
Es en sentido que nos llega un informe de The Wall Street Journal Americas. El presente dato detalla sobre el proceder de las economías de nuestra región. Así, el informe abre dos grupos: uno (conformado por Perú, Colombia, Chile y México) y el otro (representado por Brasil, Argentina, Venezuela y Ecuador). Lo curioso del informe es que traza una raya entre los grupos. Los primeros son aquellos que liberalizaron sus economías; los segundos los que tienen una mayor regulación en cuanto a las empresas, es decir, hay una mayor presencia del Estado. Todos ellos en el marco del alza de las commodities en la región, aquella que impulsa a virar los ojos hacia nuestra región por nuestros bienes naturales.
Como se decía, el informe agrupa a los, a modo didáctico, “pro-mercado” y los “pro-Estado”. De esa forma, establece que en el último trimestre (la muestra se basa en ellos) el PBI de las naciones del primer grupo se mantiene más regular y no cae en los predecibles tropiezos por culpa de la crisis mundial. Los datos que nos da la periodista Sara Schaefer Muñoz, quien es la que escribe tal información, describen una mejor performance en los países del primer grupo. Los empresarios, siempre en busca de una mayor productibilidad, enfocarán toda su atención a los países que liberalizan sus economías, quienes tienen como objetivo hacer más atractivas sus plazas. Y lo logran. Las referencias a la “fuerte macroeconomía y estabilidad política” o “respeto a la inversión privada” de algunos empresarios son recurrentes argumentos que bien podrían resumirse en: los gobiernos se la ponen fácil. Porque, por ejemplo, ¿hablar de estabilidad política en el Perú? Sí, compare.
Desde el otro lado, los “pro-Estado”, a luz del presente informe tienen otro panorama. Por lo menos a los que este diario especializado en economía pretenciosamente se centra. Brasil y Argentina, después de una excelente actividad en economía durante el 2010, ahora crecen a reducidos pasos. El fomento de la industria interna y la protección a estas, así como los gastos públicos en estos Estados no fue suficiente y pagan las consecuencias. Dicen algunos economistas que estas medidas funcionan a corto plazo pero ahí quedan. No son sostenibles para las empresas. Sin embargo, el grupo tiene dos integrantes más que no han sido tomados en cuenta: Venezuela y Ecuador, quien brilla por su ausencia. De acuerdo al cuadro estadístico Venezuela y Ecuador caminan en paralelo con las economías del primer grupo. Incluso, y esto es para resaltar, Ecuador llega al 8%. Los países del primer grupo apenas llegan al 6 en promedio (Perú está en un 6.5%). Pero esto parece no inmutarle al The Wall… Como se deja ver en lo que va del informe, buscan ensalzar a las economías pro-mercado y relegar a las que tienen un Estado, con todos sus errores, más presente. Venezuela tiene un crecimiento similar a la de los países sobremanera afines al mercado, pero ya economistas desestiman eso y opinan que ya se las verán el año que viene. Si el informe trata sobre las diferentes velocidades de crecimiento en economía, es visible la rapidez que tienen para defender sus posturas ideológicas. Aquí les dejo el link para que puedan verlo: http://www.lanacion.com.ar/1532730-las-economias-de-america-latina-marchan-a-dos-velocidades-distintas
Cabe recordar que los países con mayor Estado son sindicados desde los diarios tipo El Comercio como los potenciales enemigos de la democracia latinoamericana, la llamada Alianza Bolivariana. Nadie niega que Correa o Chávez tienen tremendos exabruptos para con la prensa de sus países. Pero como nosotros no somos ningunos caídos del palto, sabemos que la prensa oculta intereses diversos y no por nada se les reconoce mejor con el slogan “libertad de empresa” que con el digno “libertad de prensa”. Además, y poniéndonos bajo su óptica, si ven todo con la cerrazón que da el enfoque economicista que impera actualmente, ¿esto acaso no les viene bien (el desempeño económico de Venezuela y Ecuador)? Evidentemente hay algo que les molesta y quizá sea eso mismo: que hay un Estado fuerte y contrario a lo que dicta el dogma del libre mercado.
Y esto ya es más que un lugar común. Es un acto de fe. Recuerdo la relación que hacía el brillante Saramago sobre el capitalismo y la iglesia. Ambas reproducen fanáticos por doquier. La iglesia ha ido perdiendo el paso con el tiempo, el capitalismo no. Ahí sigue, pese a sus sucesivas crisis, bien paradote. A falta de una alternativa a él, eso se entiende. O a falta de voluntad de hacer esas alternativas, quizá sea mejor decir.
En el Perú, el capitalismo está mejor que nunca. Sus teorías, ya lo dijo Richard Webb, ya triunfaron desde hace rato. Indudablemente, tenemos fallas que recorren transversalmente todo el cuerpo del país. Sin embargo ese “lugar común” de que todo esta 10 puntos nos aletarga y nos destaca hacia la pasividad.
Aquí un ejemplo: en reciente columna para El Comercio, el profesor e investigador de la Universidad Pacífico, Carlos Parodi Trece, comenta un análisis de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, mejor conocida como CEPAL. En ella se describe que, en efecto, el porcentaje de pobreza en América Latina se ha visto reducido. (Se oye un aplauso de los áulicos del libremercado). Los porcentajes son los siguientes: en 1980 América Latina tenía un índice de pobreza de 40.5%. El cenit de ella sucedió en los fatídicos noventa con un 48,4%. Con el ingreso al nuevo milenio se redujo a 43,9%, año 2002. Diez años después América Latina ostenta un envidiable progreso de 28,8%. Maravilloso, ¿verdad? (Nuevo aplauso de los cortesanos del libremercado) El problema radica en que la población ha aumentado y con ello, el número de pobres. Veamos: en 1980 América Latina contaba con 136 millones de pobres. En el 2002 teníamos 225 millones de personas en la pobreza y diez años después América Latina tiene 167 millones de personas en estado de pobreza. Los individuos que viven en extrema pobreza también aumentaron de 62 millones a 66 millones en el lapso que transcurre de 1980 a 2012. (lo del CEPAL miden al pobre como aquel que no puede costearse una canasta básica de alimentos y necesidades primarias; el pobre extremo o indigente como aquel que no puede ni la una ni la otra) O sea que el porcentaje de la pobreza ha bajado pero el número de ellos ha aumentado. “En síntesis, dice Parodi Trece, casi un tercio de América Latina es pobre”. Menuda contradicción. ¿De esto se dice algo? (el auditorio se retira fastidiado).
Carlos Parodi continúa. Somos un país de 30 millones de personas pero 10 millones son pobres. Se supondrá que los 20 millones restantes gozan de los beneficios del Estado. Esa suposición está mala. Vaya uno a ver cómo se les recibe en los hospitales, el deplorable transporte público y el bajísimo nivel de educación.
Ante esto, el profesor esboza una propuesta, en realidad dos: la reforma del Estado y de los servicios de salud y educación. Imperiosa la necesidad de reforma del Estado porque como hay mayor crecimiento, hay mayor producción y, por ello, una mayor recaudación de dinero. El problema está en cómo distribuir. Se hace indispensable un mejor manejo de la gestión pública. Segundo, para “incluir” a la gente pobre y desarrollarnos mejor, se hace igual de inobjetable reformar los servicios de salud y educación. Todo ello devendría en un trabajador con mayor calificación y, por ello, con mejores oportunidades de trabajo. Se incluyen, bajo reformas, a los pobres y punto, contentos.
Queda claro, entonces, el triunfo de la teoría, esa que trata sobre mantener el sistema y sus instituciones. ¿Alguno de ustedes recuerda La Gran Transformación? Hoy el piloto automático parece ser lo más conveniente. Para estos efectos, sirva como ejemplo el aguerrido economista Juan José Garrido, quizá uno de los mejores defensores del dogma neoliberal en el plano local. Favorito de usas estadísticas que lo avalen, Garrido toca el tema de la educación en su columna de martes en El Comercio. No de forma deliberada, sino que ve a la educación como plaza fuerte para pasar del crecimiento a, finalmente, el desarrollo. Con lo cual se complementa con lo dicho anteriormente por Carlos Parodi.
Con indicadores del Foro Económico Mundial, observamos que Perú figura en el puesto 138 de 144 economías en cuanto a calidad educativa primaria. En calidad de sistema educativo figuramos en un indecoros puesto 132. Recogiendo el ejemplo de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), por otro lado, Garrido Koechlin trabaja la idea de obtener una mejor calidad en educación como aliado del crecimiento. Si bien lo hace como una forma de hallar esa innovación tecnológica que nos dará un “plus” en cuanto a la producción, el economista cree igualmente en la formación crítica y humanística de la educación. Para finalizar la intervención de Garrido Koechlin, este cita la encuesta que se hizo en el último CADE. Los empresarios, el 71% por ciento estableció como prioridad del gobierno el que se reforme la educación, los mismos que, también en porcentajes, esta vez de 52%, aprobaban la corrupción como acicate para el progreso.
Como se desprende de todo ello. Las medidas para resolver los problemas por los que pasa el Perú se analizan sin tocar el modelo económico, ese que muchos peruanos pusieron por un momento en jaque con la aprobación del Ollanta candidato. Parodi apuesta por la reforma del Estado y Garrido opta por un mejor equilibrio entre capitalismo y democracia, aunque esto último suene raro, dada su abierta “repulsa” a los que el llama rojos.
Frente a este panorama que todos nos sabemos de paporreta, es interesante prestarle atención a lo que dice Pedro Francke. El economista hace un análisis, somero por cierto, del modelo primario-exportador desde su trinchera en Gestión. Basándose en una larga bibliografía, enfatiza en los contra de este sistema que prima una sola actividad económica. Dice, citando un trabajo de los investigadores Sachs y Warner del año 1997: “las economías orientadas a la exportación de materias primas les va peor en cuanto a crecimiento económico”. En este particular, sería bueno darle una ojeada al libro de Galeano “las venas abiertas de América Latina” en la que hace un estupendo análisis de, eso mismo, las economías que basan su crecimiento económico en un solo campo perdiendo de vista el resto. Las experiencias de países vecinos y el nuestro es nada menos que lamentable. El hecho de que Francke toque este tema da cuenta de lo poco que se ha aprendido en materia económica. Es, pues, el Perú un país que se trae cada cosa…
Francke habla de diversificar las actividades económicas. Ve en ello el por qué economías como las asiáticas se distancian tanto de las latinoamericanas. “El cambio de la estructura productiva y del empleo hacia las actividades de mayor nivel de productividad”, puede ser el camino. La industrialización también tiene acogida, de acuerdo con Francke. Con ella se lograría una mejor producción.
De acuerdo a lo dicho, Francke está en franco desacuerdo con esa mano invisible del mercado. Un Estado sería quien se encargue de tales tareas que el economista ve como positivas. Ahora bien: un capitalismo de Estado se preguntarán algunos. ¿Keynessianismo? Que es la cara bonita de este régimen económico. Probablemente. Sin embargo, de todas las propuestas es la más audaz por cuestionar el modelo. Esperemos que ahí no quede la cosa.
De momento, las cifras que Parodi Trece apunta caen como un baldazo de agua fría para todos aquellos que se duermen en los laureles de la reducción de la pobreza. Han bajado los porcentajes, las estadísticas, pero los pobres han aumentado. ¿Habrá opción para que reconsideren sus posiciones quienes van contentos con ello? Los que mordemos la indignación nos oponemos a eso.
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