jueves, 10 de abril de 2014

Hobsbawm y América Latina: la crítica relación que el historiador mantuvo con la región latinoamericana

La revolución que sorprende a Inglaterra. Un historiador “rockstar” en América Latina. La periferia de América Latina en la tetralogía de Hobsbawm. Fascismos populares y guerrillas débiles. Drinot da explicaciones.

Literal lucha histórica de ideas

“Combatir para la historia”. Así se puede sintetizar el espíritu que mueve a los Jueves Historiográficos, en palabras de la profesora Claudia Rosas Lauro. Los Jueves Historiográficos -que en razón de la actividad programada puede faltar al nombre (pueden darse los lunes como los miércoles, los martes como los viernes)- son una propuesta que los mismos estudiantes de la especialidad de Historia de la PUCP idearon.  El propósito, como se ha dicho al inicio, es la de revisar, debatir, cuestionar y reflexionar la historia a partir de mesas de debate, conversatorios, ponencias, etc. En sus programas, temas como la función del tiempo en la historia, el racismo o la función social de esta especialidad son debidamente tocados. Con el pasar del tiempo, autoridades de la universidad y Centros Federados se han sumado a esta espléndida empresa. Es así que, desde hace un año, los Jueves Historiográficos son el punto de encuentro para académicos, estudiantes y público en general que deseosos están de no dejar intactos temas de su interés.

Como parte del inicio de actividades, la especialidad de Historia invitó a Paulo Drinot, historiador especializado en temas de América Latina de la University Collegue London (UCL), para que toque la presencia del subcontinente americano en la obra del prolífico y gran historiador británico Eric Hobsbawm (1917-2012). La charla de Drinot, que tuvo un lleno total, se dio en la Facultad de Estudios Generales de Letras (EE.GG.LL.) de la PUCP.

Gigantes en el cementerio

El cementerio Highgate, al norte de Londres, es el lugar donde reposan los restos de “varios izquierdistas famosos”. Entre ellos no solo descansa Eric Hobsbawm, sino también el padre del socialismo científico, el autor del Manifiesto Comunista, Karl Marx. Recordando un pasaje de su visita a semejante camposanto, Paulo Drinot cuenta la anécdota que tuvo con su hijo. Este al ver el busto de Karl Marx, inmenso por donde se le vea, dijo: “¡Es un gigante!”. Como gigantesca también fue la obra del historiador marxista, Drinot imagino cómo serían las conversaciones nocturnas de estos dos colosos del pensamiento socialista al cerrarse las puertas del Highgate.

El redescubrimiento de América

La década de 1960 cambió la mirada del ya maduro historiador de Cambridge. El momento trascendental de la Revolución Cubana no solo alteró el velado acercamiento que tenía Hobsbawm por América Latina (mantenía una cercanía con la región pues su tío a ella había viajado junto al primo y a la hermana de Hobsbawm en 1939), sino también del gobierno de su país. En 1962, las autoridades empezaron a profundizar en los estudios sobre América Latina y ya en 1965, se llegaron a fundar 5 institutos dedicados al análisis de esta.

De esta manera, Hosbawm, como intelectual que era, gana una beca de la Fundación Rockefeller y emprende un viaje por América Latina para estudiarla.  La estancia en la región sería una de las más alargadas que tuvo el estudioso. El empeño que tuvo en los estudios históricos y su filiación a grupos de izquierda posiblemente expliquen su gran popularidad en varios países. Ejemplo de ello es cuando, a su llegada a Brasil, fue recibido cual “estrella de rock” (¡Las chicas le pedían besos!). Hobsbawm no solo compartía mesa con Pablo Neruda, Octavio Paz, Oscar Niemeyer, sino era el mismísimo invitado a la casa de Salvador Allende para almorzar en camadería. Hobsbawm, como se ve, estuvo cercanamente ligado a la cultura y a la política latinoamericana. Pero no por ello se consideraba un latinoamericanista. Durante su estaída en América Latina, publicó en revistas especializadas estudios sobre la realidad de los países que pisaba.

Vista la cercanía que mantuvo con América Latina, ¿cómo entender que esta región no ocupe un lugar importante en los trabajos más representativos que realizó? Precisamente ello fue el tema tocado por el profesor Drinot en su presentación.

América en la obra del historiador marxista

Si bien América Latina era la delicia de los historiadores para iniciar estudios de historia comparativa, dada su calidad de “laboratorio de cambios históricos”, esta no fue tocada de una manera primordial por Hobsabawm. Por lo menos no de una manera equitativa a como lo hacía con sus extensas referencias a Europa. Paulo Drinot analiza esto en la tetralogía del historiador: “La Era de la Revolución: 1789-1848” (escrita en 1962), “La Era del Capital: 1848-1875” (en 1975), “La Era del Imperio: 1875-1914” (en 1987) y “La Era de los Extremos” (en 1994), que abarca de 1914 en adelante.  

En “La Era de la  Revolución”, se hacen breves referencias a América Latina. Se ve como una región que solamente sirve a los intereses económicos de Europa pues es la que le envía las materias primas para su naciente Revolución Industrial. En ella –dice Drinot- poco caso se hizo a los procesos revolucionarios de 1830 a 1848. El autor hace referencia al abrazo a ideologías como el liberalismo, las cuales calan en una élite y no en las capas sociales mayoritarias.

En su siguiente obra, “La Era del Capital”, ocurre lo mismo: poco se dice sobre América Latina. A lo mucho, las mayores referencias se dan en el capítulo “Perdedores” (el público rompe su silencio y rompe el silencio con las risas). Aquí Hobsbawm ve a una región predominantemente mestiza, católica y agrícola, la región de “los campesinos de varios colores”. Hay Estados débiles sujetos a grandes comerciantes del extranjero y un auge de la producción de mercancías en la región. El liberalismo y el positivismo, que también ha entrado a la región, siguen sin trascender en las bases de la pirámide social. “La Era del Imperio” contiene los mismos caracteres para América Latina (sitio de países dependientes y destino de diversión para extranjeros). La Revolución Mexicana, que es mencionada en el libro, es vista más como la vulnerabilidad del proyecto imperial que como la propulsión de las masas trabajadoras mexicanas.

Fascismo de causas populares

La cuarta obra de la tetralogía ofrece un análisis del nacimiento de las izquierdas en el continente. Hobsbawm señala que estas nacieron del impacto político de la Gran Depresión más que de los efectos económicos (que Hobsbawm ve como menor a la que vivió América Latina en los 80’s). El impacto tuvo efectos en los gobiernos, que cambiaron de regímenes y la mayoría de ellos se inclinaría por posiciones de izquierda. Sin embargo, es también el momento en que el fascismo es importado desde las ciudades europeas de Roma y Berlín. Drinot explica que esto se debe a tres razones: i) surgimiento en la región de un antiimperilismo antiyankee; ii) la menor influencia de  EE.UU. en la región pese a la política del Buen  Vecino; y iii) el fascismo es visto como una historia de éxito para las clases dirigentes. Ellas, gozosas ante la hegemonía cultural de Europa, hicieron suyos los preceptos del fascismo.

Curiosamente, la influencia del fascismo tuvo un resultado diferente al que se había dado en Europa, indica Drinot. Lejos de aplastar los movimientos obreristas en América Latina, el fascismo los fortalece. El fascismo, dice Drinot, moviliza a los que no tienen nada que perder. Sucede en Colombia y en Argentina, aquí bajo el mandato de Perón.

La guerrilla a medio camino

Siendo el fascismo un movimiento popular, llega el turno de hablar de las guerrillas. Desde 1945, las guerrillas son la principal forma de lucha en América Latina. Hobsbawm entonces se dedica a su estudio y, como sostiene Drinot, llegado el turno de revisar lo ocurrido en Cuba, aquel concluye que tuvo mayor peso la debilidad del régimen de Batista que el propio accionar de los barbudos. El método de gobierno para Hobsbawm transcurre en medio de monólogos y la entrada del Partido Comunista en el poder es, siempre desde la perspectiva del historiador británico, consecuencia de la Guerra Fría que se vive por ese entonces.

Hobsbawm es muy duro en sus críticas al movimiento en guerrilleros y argumenta que están destinadas al fracaso, con excepción de aquellos países que tengan sólidas bases campesinas. El movimiento guerrillero es visto como la iniciativa de jóvenes intelectuales de clase media que tienen una “estrategia espectacularmente mal concebida” y la guerrilla urbana es un golpe más mediático que político-social. Con ellas, las dictaduras se justificaron de entrar al poder, como sucedió en 1960 en Brasil y en 1973 en  Chile por temor a los constantes Frentes Populares.

Yendo por otro lado del análisis de la situación latinoamericana, Hobsbawm vio para el caso del Perú que la Reforma Agraria tuvo más éxito político que económico, pues los campesinos no compartían los objetivos de esta. De otro lado, las movilizaciones del campo a la ciudad dan cuenta del deseo de mejora socioeconómica de la población rural.

Para entender a Hobsbawm

Ahora bien: salvo el análisis del fascismo y los diferentes resultados sociales que se producen en América Latina a diferencia de Europa, parece que Hobsbawm no ha esclarecido muchas cosas. Para ello, Drinot pide poner las cosas en contexto. Si bien la historia del mundo no es la historia de Europa, hay que tomar en cuenta de que son otros los paradigmas. Por ello, no podemos contrastar –dice Drinot- a Hobsbawm con la forma de pensar de hoy, sino más bien debemos señalar la importancia que ha tenido para la producción histórica que este autor haya, si quiera, mencionado a América Latina y sus procesos en su vasta obra.

Por otro lado, es claro  que Hobsbawm se ve influenciado por el paradigma marxista de la “Teoría de la dependencia”, la cual ve al desarrollo de países tercermundistas como la “periferia” del “centro” hegemónico. Los países de la periferia solamente guardarían explicación con lo que sucede en los centros de poder. Si Inglaterra requiere más goma para su industria, las autoridades de los países que forman parte de la Amazonía responderán auspiciosos. En razón de lo dicho, no deben sorprender los juicios que el historiador hace sobre la región.

Por último, el rechazo a las guerrillas de los 60’s y los 70’s, quienes para Hobsbawm son “aventureros irresponsables”, forma parte de la crítica leninista que se hace al “ultraizquierdismo”. En este sentido, cabe mencionar que Eric Hobsbawm formó parte del Partido Comunista y como tal murió, a diferencia de varios contemporáneos suyos que abandonaron la prédica socialista. Como resultado –y así va concluyendo Drinot-, en momentos en que Hobsbawm revisa la realidad peruana en los 60’s, este no entiende cómo la izquierda se opone al régimen de Velasco. Para el británico, sin dejar de lado las particularidades de esta revolución desde arriba, el avance del progresismo en el gobierno – y en el país- era cuestión de tiempo.



10-04-14


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