Se conocen recién por esta noche.
Él la invita a bailar. Ella deja, valiente, el grupo. Comienzan. Primero salsa,
luego un reggaetoni, nuevamente salsa y por ahí un rock antiguo con el cual la
chica salta, se mueve como edificio tembloroso o bella genio. Él se ríe. "Qué
looooca".
Le quitan a alguien la cerveza, le
quitan a otro su cigarro. Beben y fuman, ¿cómo te llamas? Tal. ¿Tú? Tel. ¿Dónde
vives? Allí. ¿Tú? Allá. Se ríen. Como no saben de miradas, sus ojos hacen
veraces sus decires. Cuando empieza a llover, miran ambos para arriba. Hay
lluvia y luna, y un pequeño acontecer entre estos dos.
Ingenuos en el tema, dudan en besarse.
Ella toma la iniciativa. ¿A ver, dicen sus ojos, hasta qué hora espero? Él la
besa, pero no la besa con un “voy”; él la besa con un “bueno”. Quien quiera que
los vea, podría decir: ¿Pa eso?
Se besan, pero él matiene una seña en
la cara que se vuelve cada vez más evidente: es la interrogante “¿dónde?”, a la
cual se le agregan en sus ojos solos el “¿está?”. Es un tonto de los que
faltan. Empedernidamente tonto, cuenta no se da que está besando a alguien. Se rompió
el dique.
El Dj quiere imponer romance y
asombrosamente pone una canción pero de aquellas. Las parejas que desean ser ridículas
se abrazan. Es como si la música tuviera continuidad en el máximo contacto de
los pechos. La sensación invade a todos, inclusive a esta novísima pareja. Al
inicio, el abrazo es consistente, pero luego aquella interrogante puede más y
el abrazo mismo va languideciendo. Para colmo llega la memoria, que susurra: ¿recuerdas
cómo te abrazabas con…? Ahí si que muere todo.
El abrazo agoniza, y me da pena
continuar. Los ojos recobran la perdida astucia, se hacen de pronto
inteligentes. Se miran, ensayando explicaciones. El hechizo se rompió, sigue
lloviendo pero pasa; sigue la luna, y no me importa. Los ojos se dicen lo que
tomos de soledad no han y han podido decir.
El siguiente paso es fulminante. Sin
decirlo, él le dice que no puede, ella está quedada. Él le dice no doy más,
ella le dice, ¿siempre eres así? Cada segundo es un alejamiento, cada tiempo es
un equivocado pedido de la comprensión. El da pasos de miedo, va encaminándose hacia
atrás. Le sigue conservando la mirada, que huele a un perdóname.
La chica retorna a su grupo. Además de
ser ridículo abrazarse, es ridículo estar solo, en medio de todos y en medio de
una fiesta.
-Que ridículo ese tipo, dice alguien en
referencia a aquel chico que mira a la húmeda luna y ha dejado de bailar.
29-08-15
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