Errante, ermitaño de los ponchos.
¿Viajero? ¿Como el padre de Arguedas? No… No para tanto. Pero igual viajaba de
pueblo en pueblo de la sierra, por las quebradas, los cerros. Rehuía a las
carreteras ese joven loco.
-¡Alpicha, Alpicha!-le decían en
los pueblos-¡Plantéeme este problema en el papel, pue!
Alpicha accedía. Así era casi
siempre en la vida de este joven que iba de pueblo en pueblo respondiendo,
solícito, los pedidos de la escritura. Viajaba, él, solamente acompañado por un
papel, lapiceros y unos ojos de constante interrogante por la belleza de la
tierra.
08-08-15
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