El FIL, tan injusta y descreídamente
vilipendiada por muchos cibernautas, trajo a personas valiosas. Entre ellas
ubico a Leila Guerriero y Sergio Ramírez. La primera una despreocupada y casi
iconoclasta cronista argentina, el segundo un escritor nicaraguense que fue
parte del proceso revolucionario del FSLN hace pocas décadas atrás. El uno y el
otro convocaron gente y reafirmaron el amor por la literatura entre ella. Y es más que seguro que tantos otros buenos autores también se hayan hecho lo mismo tras visitar el circuito literario en este buen par de semanas.
El FIL, en ese sentido, hizo posible que el
público peruano conozca a Mario Mendoza, escritor colombiano que, según
Wikipedia, es uno de los autores latinoamericanos más conocidos en la
actualidad.
Este fue entrevistado por Enrique
Planas, encargado de cultura de El Comercio, y quien por el llamado del FIL se
encargó de platicar con lso los principales actores de este festival.
El ganador del Premio Biblioteca Breve de
la editorial Seix Barral por su novela Satanás comentó lo que es su última
obra: La importancia de morir a tiempo. En esta, Mendoza vuelca sus
experiencias de vida que, día a día, apunta en su libreta de notas cual
aplicado periodista de investigaciones. La importancia de morir a tiempo revela
los aconteceres diarios de un mundo cada vez más en declive, más mortíferamente
seducido por las nuevas tecnologías. Mendoza reúne textos sobre los
"hikikomori", jóvenes japoneses que no salen de sus habitaciones por
años pues solamente quieren dedicarse a su pasión, o vicio: los juegos de red.
Tanto Mendoza como Planas, incluso el lector, se sorprenden por la capacidad de
renuencia de los nipones a tocarse así mismos. La tecnología, se lee en
la entrevista, ha "desarrollado" tanto que el contacto físico bien
puede relegarse a un plano secundario. En conversación con el diario El Tiempo
de Colombia, Mendoza indica que comienza el libro con las enfermedades mentales
pues estas son las que marcan la hora en lo concerniente a calidad de vida hoy.
La incapacidad de poder desplegar el ánimo en unos cuantos caracteres o estar
enfocados en el aparatito virtual de turno ha obligado a que ciertas clínicas
psiquiátricas hospeden a los transtornados "millenials". "¡Hoy
lo peor que le puede pasar a una chica de 15 años es que le quites el
celular!", exclama extrañado Mendoza a Planas.
El libro de Mendoza que comentamos habla
sobre la muerte, sobre las muchas muertes, simbólicas y físicas, que visitan al
ser humano. Ante ello, Mendoza considera que "no nos enseñan a amar ni a
morir". "Y sí nos enseñana a producir", dirá otro
personaje.
Mendoza presenta un libro que tiene
características distópicas similares a 1984 o Un mundo feliz. Esto, claro está,
se debe a méritos propios del ser humano. Mendoza, sin duda con su calidad,
solo nos lo muestra. Pero no se descarna en el pesimismo, como cualquiera
sugeriría. Mendoza (también se da espacio para aleccionar al necio hombre)
habla del vitalismo frente al optimismo que suscitaría la ingenuidad. La
anécdota de la mujer ciega que lo toca para "verlo"-y que podría ser
forma de ese vitalismo que la vida misma infunde- es una sencilla forma de
representar lo que Mendoza dice de Rimbaud: "ser artista es aprender a
percibir de otro modo". Quizá esa se la mejor lección para una generación
que se debate entre los bajones emocionales.
(Link de interés: http://www.eltiempo.com/cultura/libros/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-12198202.html )
05-08-13
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