domingo, 6 de enero de 2013

El baile de un entrevistador y la violencia en el arte y en la vida

Son muchas las ideas que uno recoge luego de terminar de leer la reciente edición del suplemento cultural Domingo de La República. A beneficio mío, me gustó mucho lo que en sus líneas se dejó resaltar. Echémosle un vistazo.
De primer momento, conocemos que el anónimo autor de la segunda página nos habla sobre esta nueva movida en las AFP’s que significará una sustancial mejora para los aportantes. Las comisiones han sido reducidas grandemente y eso supone un alivio para los trabajadores, los que, por cierto, no gozan de los mejores sueldos ni los mejores beneficios laborales. La imagen que acompaña tales líneas grafica plenamente el espíritu que se vive en el Parlamento: tres monos ante un micrófono. Eso es pues el Congreso: un circo.
Seguimos con la infaltable entrevista de un periodista que, en lo particular, se perfila como uno de los mejores del medio peruano. Inteligente, oportuno y divertido, Emilio Camacho ya se ha ganado un lugar en ese generalmente superficial mundo del periodismo made in Perú. Sus acertadas preguntas y el modo en que relaciona temas, que hacen de ello una buena entrevista, así lo declaran.
En esta oportunidad, Emilio Camacho desvistió a Alejandro Toledo. Lo hizo ver tal cual es: débil de argumentos, aburrido en su perorata liberal, un fiasco como “líder” partidario (se declaraba líder del partido pero se echaba grasito en cuanto a fiscalizar a los congresistas que aprobaron la sucia elevación de gastos de representación congresales) y sorprendentemente hábil para no sustentar una posición. Es de antología esto que dijo: “La peor decisión que puede hacer un líder, un alcalde, un presidente regional, es la decisión de no hacer una decisión”. ¿Cómo se come eso, señor ex presidente? Fue en extremo risible cuando en una parte de la entrevista el “cholo sano y sagrado” hablaba de su buena pro para que haya voces opuestas dentro del partido, de cómo un “líder” (insisto en las comillas) debía de sobrellevar una opinión diferente dándoles escucha y asimilándolas. Ante este rapto que bien se puede calificar de mofa (no por lo que dijo, sino por lo que se ve en la realidad), Camacho da la estocada: “Y le han hecho bastante caso porque han votado a favor de los gastos de representación a pesar de que usted está en contra”. Toledo respondió, como supuesto buen político. Ideal hubiese sido un silencio, pero bien se sabe que eso no está permitido que nuestros políticos reconozcan errores propios.  Así, si uno lee la entrevista, entenderá perfectamente cómo es que el humorista Carlos Álvarez se mofaba de él cuando estaba en el gobierno (toda vez que uno no haya seguido los pormenores de la etapa de Toledo en Palacio, que es mi caso).
Dos relatos aparecieron hoy entre las páginas del suplemento. Uno de la escritora española Almudena Grandes que relata, de modo conciso, la historia del pequeño Manuel, su aventurero y heterodoxo tío Manolo, las esterlicias por este plantadas. Un relato de aspiraciones infantiles ante el ejemplo del familiar que deslumbra con sus actos, los hechos de siempre que suceden en casa y el desarrollo estético de una planta exuberante de belleza. Relajante cuento.
En el otro extremo, que así lo llamo, podría ubicar al ganado por el joven escritor, Erick Garay. Les cuento un poco cómo di con él.
Mi viejo estaba en el mueble con el periódico en mano. Ante mi aparición, me hace un llamado, me acerco y me refiere una noticia. Me dice que el segundo apellido del joven que ha ganado un premio escolar de cuentos es Solórzano, nuestro apellido. Un incierto o inconfundible sentimiento de orgullo se deja notar en el aire.  Yo me retiré, pues tenía cosas que hacer. Al rato regreso a la sala, y mi viejo me toca el tema del joven escritor con similar apellido al nuestro. Ha leído su cuento y le parece asqueroso, repugnante. Pensé que exageraba, pues a veces lo hace. Acabo de leer el cuento hace un rato, y le doy la razón.
Un plan peligroso se llama el cuento ganador. Uno lo lee y, en efecto, te atrapa. Cortázar estaría contento con este relato pues es corto y efectivo, seco como un knock-out. Pero preguntémonos por qué. La trama transcurre en la escuela. Un grupo de muchachos decide cometer un asesinato hastiados de las continuas transgresiones de la directora. El mejor modo de solución es la muerte. Una muerte calculada y pensada para ofrecerle el mayor dolor a la abusiva autoridad de colegio. La forma en que el narrador nos adentra en la historia es desesperadamente espeluznante. Risas, sonrisas, pensamientos ajenos a la escena de horror que se suceden frente a los escolares nos llevan a tal conclusión. La conjunción entre inocencia infantil y desquiciantes pensamientos da como resultado una perturbadora ficción que finaliza en solo haber sido un pensamiento: “Tal vez los mejores sucesos de uno en la escuela ocurren en nuestra mente”, se dice en el cuento. Mientras uno pensaba con el escote de la profesora de inglés, otros piensan con muerte, y en su peor versión.
Síntoma de los tiempos, la violencia se va despuntando, se hace más corriente. No quisiera que se entienda el fastidio de quien escribe como un modo de censura. El relato es bueno en cuanto te adentra y te hace experimentar diversas sensaciones. Ese es uno de los puntos fuertes de la literatura, aunque estas sean tediosas. Acá el asunto es el cómo. Si el hombre posee dos pulsiones, las de vida y de muerte, hoy el premio merecedor fue para el segundo. En un ambiente caldeado por la violencia, los despropósitos letales y la ausencia de escrúpulos, el lado artístico de un alumno ha sigo ganado por lo oscuro. No lo sé, a mí me disgusta la idea.
En el marco de muerte y violencia se inscribe una reciente publicación del periodista disidente chino, Yang Jisheng. Esta versa sobre un funesto periodo para ese país del lejano oriente durante los años 1958 y 1962 bajo el llamado “Gran salto hacia delante” impulsado por el líder comunista chino Mao Zedong. Los 36 millones de muertes, según la investigación de Jisheng, o las 45 millones de asesinados, según el historiador holandés Frank Dikotter, que dejó como saldo este salvajismo ideológico no deja dudas sobre la inaceptabilidad de los totalitarismos de diversa índole.
Hace unos meses conversaba con un tío stalinista sobre política internacional junto a un amigo. Cuando le comente de las millones de muertes ocasionadas en los gulags rusos, a la sazón dirigidos por Stalin, la única respuesta que recibí de parte de él fue: “así es la política, cholito”. Y es que el enceguecimiento producido por la ideología más una férrea creencia en la violencia da como resultados atrocidades como las señaladas arriba.
La nota es una crítica a la cúpula que gobierna china en estos momentos, esa que dice que las muertes acaecidas se deben a la naturaleza. Ojalá haya mayor difusión. Escucho que la economía peruana depende en gran manera del gran dragón chino y hombres que ocultan semejante barbarie están en el poder. La ética en el subsuelo. Estamos, en efecto, en un mundo de miércoles.

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