La interpelación buscada por los
apristas y los fujimoristas para desestabilizar e intentar bajarse al ministro
de educación nos tiene locos a todos. En un primer momento, yo demostré mi
apoyo al ministro pues tuve acceso a una entrevista en la que señala algunos
avances interesantes en materia de educación física, artística y sexual en los
colegios. Otra cosa que le dio mi respaldo fue la ley de reforma universitaria.
Confieso mi gran ignorancia sobre el tema. Sin embargo, lo único que me adhesión
es que choque contra las mafias enquistadas en las universidades y, otra cosa
más, una idea a la volada: la posibilidad de una mayor participación
estudiantil al tener acceso a espacios a los predios institucionalizados de
deliberación política. Tranquilos, dije que era algo a la volada. Esta crónica
parte, entonces, de mi intención por saber más del tema y, sobre todo, mi toma
de posición ante una coyuntura adversa a la reforma que busca cambiarle la cara
al sistema educativo universtario: es decir, la buscona interpelación del
aprofujimorismo.
I
Son las 6:00 pm. Estoy en el
trabajo. Tenía previsto en la mañana informarme más del tema de la movilización
estudiantil ante la interpelación congresal al ministro Saavedra pues, ya es
hora, debo de reanudar mi participación en actividades políticas. No por pose,
sino porque quiero ser coherente con mi discurso. Mi idea de ir a la marcha, en
todo caso, era ir a tomarle el pulso a
la participación de la gente, cómo es que va la organización actual del cuerpo
estudiantil capitalino.
-Baja y si quieres te explico ahí-me responde desafiante un
informante musculoso. De que es de fiar, sí que lo es. Está metido en el asunto
organizativo. Una de las cosas relevantes que dijo, aunque inexactas es: “Las nacionales no se van a plegar porque la
marcha se ha politizado…”
El tránsito entre mi lugar de
trabajo y el paradero está separado por unos 30 metros, distancia suficiente
para que vaya de mis promiscuos entusiasmos a un debatible cargo de conciencia:
¿debo asistir o mejor me quedo en mi casa a leer para el trabajo que debo
presentar? Poniendo responsabilidades académicas de por medio, decido por lo
segundo. Mi viaje, ya sentado, se vuelve como una plegaria de sumisión al
academicismo.
Felizmente siempre está la gente.
Al terminar sin mucho trámite el recorrido por la Vía Expresa Grau, un paradero
chupa a la gente de sus asientos, la cual se desparrama como agua. El carro
queda semivacío en un santiamén. Esa imagen fue muy elocuente. En un dos por
tres, pedí mi recorte del pasaje y bajé. Quería emociones, como le dije a una
amiga que encontré ni bien di veinte pasos al bajarme.
Camino por las fronteras del Real
Plaza. Jóvenes trabajadores de las oficinas del Centro de Lima se dirigen rumbo
a lo que sería el Metropolitano, Colón, etc. Vestidos, sacos, corbatas, tacos. Gestos,
maneras, modales… Mientras camino a contracorriente de ellos, me pongo a
preguntar sobre el potencial que podrían dar ellos para la causa proletaria. De
ellos, los más vistosos son los reporteros. Caminan muy juntos y platican. Los
camarógrafos llevan en mano sus herramientas y uno los envidia pues parte de su
trabajo consiste en viajar, hablar y conocer. Un pensamiento deviene en
preocupación: “Aguanta, son reporteros. Se van como para Grau… ¿La marcha ya…?”
No lo creo sinceramente. Y cuando estaba dispuesto a coger mi celular y llamar
a mi informante, me dije: “Relaaaaja… Velo por ti mismo”. Llegué a Plaza San
Martín y a la habitual mancha de señores que siempre discute, se le agregaba
otra más grande, situada a los mismos pies del libertador argentino.
II
Usualmente en las marchas,
conozco a la mayoría de presentes. Jóvenes universitarios, activistas sociales,
artistas, etc. Pero esta vez no. O en todo caso sí, pero me era raro ver a
algunos. Simplemente no pensaba verlos ahí. Esa extrañeza ante los personajes
me movió a que diera algunas vueltas esperando alguna cara amiga. Nada que ver.
Lo que vi fue una cosa distinta.
Al lado de las pulcras y
representativas camisetas blancas que hablaban de la defensa de la educación,
un banner lustroso y rojo en el que se leía “Sute Lima” y el lema clasista de
antaño daba claro a la cara. Lo curioso de esta presentación eran los pancartas
en los que se leía: “¡Abajo Saavedra!”. Era el ying y el yang en la política.
Yo estaba en medio y
evidentemente entre el círculo formado por los estudiantes y sus arengas en
favor de Saavedra y los miembros del sindicato había un abismo que debía superarse.
Humildemente di mi zancada al preguntarle, con mucho de la poca información que
había recibido, a un manifestante del Sute:
-Señor, dígame por qué quiere
bajarse al ministro.
Ni corto ni perezoso, este me
dijo, en realidad, lo que sería lo previsible entre los maestros
sindicalizados: “Con esta reforma se produce un despido masivo de los
profesores…”. El tema del sueldo. Es curioso, pues de oídas había entendido que
el sueldo de los maestros había sido elevado. Aunque, claro, siempre y cuando
se atienda a cómo va el desarrollo de la carrera pública magisterial, régimen
laboral que basa la línea de carrera a partir de los méritos profesionales del
docente. Quería pleito y le dije si acaso no podía reconocérsele a Saavedra el
hecho de nuestro avance en la prueba Pisa. El docente me retruco que la
educación no se mide por estadísticas de exámenes cortoplacistas sino por
medición en base a procesos de mínimo 10 años. Puede que me haya querido
atarantar con una lógica de oferta de educación integral, pero no me dijo mucho
respecto a lo que quería saber: si acaso su plantón no suponía que sean los
tontos útiles del aprismo y fujimorismo (eso bajo el inocente supuesto de que
no tengan nada que ver con ellos: Uds. saben, los extremos se terminan
juntando).
Las cosas estuvieron más al ras
de nuestras suelas cuando una señora de combativo dedo índice le dijo al
profesor que existían despidos pues, carajo, ¡ellos, los profesores, jalaban
los exámenes para la carrera pública
magisterial! ¡Qué tal raza! Ahí la lógica del chofer se volvió bolita y de nada
valió su defensa, que era que estaba mal que los docentes no se puedan llevar
la prueba rendida para luego estudiarla como se debía.
-¡No es el momento!-les bramó
excelentemente a los del Sute, luego, un indignado señor que veía lo
inoportunas de sus arengas anti-Saavedra.
III
Mientras se desenvolvía la
discusión, algunos jóvenes universitarios merodeaban y prestaban atención. Eso
era muy bueno, pues sentía que escucharnos era mucho mejor que gritar arengas y
conformar polos cerrados que a nada llegaban. Poco a poco, otras personas se
plegaban a la discusión y quedaba clarísimo que el debate no es solamente cosa
de los viejitos del ágora popular. Los que se acercaron, no obstante, parecían
ser del gremio del Sute, pues no alegaban otra cosa que su desacuerdo ante el
continuista y pro sistema Jaime Saavedra. De su discurso, se destacaba lo
ofensivo que era para ellos la presencia de estudiantes de las privadas en ese
plantón, el cual en nada beneficiaba, a su juicio, al movimiento universitario.
-Son unos pitucos, pe, son de universidad privada –decían.
Yo no lograba entender muy bien.
Pensé que el asunto era defender la continuidad de Saavedra como forma de
“blindarlo” de las ardides mafiosas de los congresistas apristas y fujimoristas
y darle un apoyo crítico. Pero sucede que la discusiones de parte de los
estudiantes adversos a la prédica del plantón revelaban una posición
fundamental y pocas veces retrucada: que la reforma universitaria quita
espacios de participación estudiantil a los estudiantes de las universidades estatales.
Esto, realmente, no fue refutado categóricamente de parte de las fuerzas que
representaban al plantón, lo cual generaba sospechas de cuán representativo era
este para el grueso de la población estudiantil. ¿Me explico?
Por este motivo, me tomé la
licencia de solicitar claridad en el debate e inclusive hice las veces de
moderador. Debo repetir que la postura de los estudiantes en desacuerdo con el
plantón, aquella que habla de la participación estudiantil en los sectores
estatales, fue hábilmente dribleada. Sin embargo, a uno que insistía en que los
del plantón debían elaborar un análisis más integral de la ley le expresé lo siguiente:
“Puede que sea cierto lo que dice, pero
tampoco no deja de ser cierto que con esta reforma universitaria se está
golpeando a las mafias, así que…”.
-Pero siempre va haber mafias pues compañero. Se va Saavedra y entrará
otro igual o peor que él-me dijo un compañero de lentes y con una vara de
plástico negro saliendo de su mochila.
Le pregunté entonces:
-¿Entonces qué propone?
Me dijo lo que repetía como un
mantra: organizarnos. Vaya lugar común.
IV
Aparece finalmente mi informante
y le pregunto que nos clarifique a todos una situación: ¿por qué solo está
presente Católica en este plantón? Lo que nos dijo fue que el plantón
prontamente fue maniatado por los estudiantes de la universidad Esan y el gobierno,
que fue entre estos dos espacios en los que se creó la protesta. Además, para
darle más énfasis de respaldo al gobierno y a la gestión de Saavedra, contó que
los organizadores se habían juntado con el colectivo No a Keiko para darle al
plantón una personalidad más definida. Notando su renuencia ante el plantón, le
observamos por qué carajo pese a lo que dice, tiene un buen fajo de volantes en
la mano.
-Uy-y mentó poéticamente la
madre.
Las cosas empezaron a adquirir
sentido por dos razones. Primero porque de un modo más objetivo, se
complementaba con el rechazo de las universidades nacionales a la
implementación de la ley, con lo cual se entiende que las privadas hayan estado
encabezando este plantón. En segundo lugar, se entendían de su explicación los
modos en que publicitariamente se había hecho presente la acción del plantón: ¿qué
michi hace una “L” en la frente de un estudiante? ¿Quién para ofender se pone
una “L” de loser en la frente? ¿Para quiénes es esto “legítimo” como imagen
publicitaria? Ahora que en el debate se advertía eso, pensaba en lo muy fuera
de lugar que estaba. Quizá eso sea una pequeña muestra de cómo los
organizadores de la movilización están en condiciones para generar propuestas
consensuadas hacia la acción.
V
-Déjeme hacer una pregunta- interviene una señora- ¿por qué no están presentes las
universidades nacionales aquí?
Un joven de polo rojo, barbitas,
piel quemada y ropa deportiva le responde:
-Ellos tienen otra forma de combatir, más clasista. Estos son caviares-dice
en referencia al plantón. Continúa:
-Sí, clasista. Hay que leer.
-Qué sugieres leer-pregunto.
-Tiene que leer a Mao.
-¿Qué obra?
-La contradicción de las contradicciones.
-¿Cómo?
-La con-tra-dic-ción de las contradicciones.
-Ah…
-Y ya si quieres algo más fuerte, el Pensamiento Gonzalo, ¿ta bien o
no?
VI
Confieso que el tema de la
participación estudiantil en la universidad estatal me perturbó. Fue por eso
que me causó mucha sorpresa que, varios minutos después de la discusión de
marras, estudiantes universitarios de la Universidad Nacional Micaela Bastidas
de Apurímac presenten ante cámaras de la televisión del Estado su apoyo
decidido a la Reforma Universitaria. Cuando la cámara se retiró, procedí
ingenuamente a encararlos. Pero mejor lo hizo un compañero que estaba secundado
por aquel personajillo de polo rojo y lector de Mao. A decir verdad expresó una
inquietud fundamental: la imposibilidad de que, por ley, estudiantes
denunciados por problemas políticos consiga finalizar o continuar estudios universitarios.
En el marco de las persecuciones arbitrarias y rebuscadas del gobierno, el
margen de acción de la ley era un instrumento político para la organización
opositora al gobierno de turno. Los estudiantes de la Micaela Bastidas
escuchaban con atención y asentían. Era un rostro diferente al que tenían en
los televisivos minutos anteriores.
-Realmente estoy perdido-le digo a mi informante interrumpiéndole un
flirteo con una compañera.
Como cabía esperar, me manda a
volar. Yo llevo mis dudas a una directa estudiante de Villarreal, quien,
habiendo sido entrevistada por el mismo canal estatal, dio una postura muy
clara y franca sobre parte de los alumnos de ese centro de estudios: su ingrata
sorpresa de que el plantón sea una suerte de portátil de Saavedra cuando la ley
contiene muchos aspectos cuestionables. Sin embargo, con mucha madurez
política, reconoció que es perfectible.
Por lo menos para los estudiantes
de la Villarreal, me cuenta, la Superintendencia Nacional de Educación
(Sunedu), el órgano rector de las universidades sean públicas o privadas, no ha
cumplido una rol oportuno en el impedimento de que las mafias rectorales
abandonen el poder. Es más, han apañado su descaro habilitando procesos
electorales en la que estas participan, llevando con ello a una
desestructuración mayor de la universidad como tal: en consecuencia, la mafia
se resiste a dejar los cargos y los estudiantes pierden clases por los
sucesivos manoseos administrativos. Es natural que ante la ineficiencia de la
Sunedu, entonces, tengan reparos ante una protesta que a nivel práctico
pareciera librar de todo mal a la administración de Saavedra.
Consultados sobre si tal como
está llevado este plantón se da una espaldarazo al ya de por sí movimiento
estudiantil, ella y algunos compañeros villarrealinos me dicen que no.
Inclusive, como se hizo en otras ocasiones, señalan el desfase entre símbolos y
realidad. Como muestra, me señalan al compañero con una “L” en la cabeza del
volante: nada que ver con lo que sienten o decimos los estudiantes en nuestro variado
día a día.
VII
Me despido con la decisión de
hacerle un seguimiento a lo que ha sido el objeto criticado el día de hoy: el
plantón en sí. Lastimosamente, este ya ha terminado y está disuelto en algunos
grupos. Deseando buscar datos precisos, me acerco a un compañero de un grupo de
izquierda de la PUCP y le hago llegar mis descargos:
-¿Qué me puedes decir de la impresión de que esta marcha es ilegítima
por cuanto no están presentes en estas las universidades nacionales?
“Hubo una mala coordinación”, me responde el compa, y me explica la
disconformidad de ellos y su grupo ante una protesta que pareciera ser más una
carta libre ante el programa de gobierno que un apoyo crítico como lo es el
presentado de alguna u otra manera por los estudiantes nacionales presentes el
día de hoy. ¿Cómo entender el proceder de los liderazgos en todo caso? Me dice
que todo fue muy rápido y que su agrupación sacará un procedimiento al
respecto. Le digo si acaso mi posición no es muy alarmista y que, poniendo las
cosas en contexto, este es un pequeño traspié dentro de una coordinación
interuniversitaria mayor. Quizá no logro dejarme entender mejor pero mi
conclusión es que nada es gratuito en política: que si bien hubo que tomar
decisiones rápidas habría que contemplar entre el apoyo a un programa estatal y
el apoyo solidario a las universidades que le hacen observaciones, lo cual
habría derivado en un apoyo crítico a la reforma. De todas maneras, no
obstante, queda en el tintero la utilización política en favor del gobierno del
plantón. ¿Qué implicaciones tendría esto para el movimiento social
universitario de ser esto real? Son preguntas que nos hacemos ante la simple
observación de un hecho: la fragmentación y hasta polarización de posiciones en
un tema que nos debería urgir a todos en la unidad: la reforma de la educación
superior peruana.
Foto: Fepuc
07-12-16
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