miércoles, 7 de diciembre de 2016

¿A qué se prestó el plantón? Debates en torno a la legitimidad del respaldo a Saavedra: posturas del estudiantado de las universidades públicas

La interpelación buscada por los apristas y los fujimoristas para desestabilizar e intentar bajarse al ministro de educación nos tiene locos a todos. En un primer momento, yo demostré mi apoyo al ministro pues tuve acceso a una entrevista en la que señala algunos avances interesantes en materia de educación física, artística y sexual en los colegios. Otra cosa que le dio mi respaldo fue la ley de reforma universitaria. Confieso mi gran ignorancia sobre el tema. Sin embargo, lo único que me adhesión es que choque contra las mafias enquistadas en las universidades y, otra cosa más, una idea a la volada: la posibilidad de una mayor participación estudiantil al tener acceso a espacios a los predios institucionalizados de deliberación política. Tranquilos, dije que era algo a la volada. Esta crónica parte, entonces, de mi intención por saber más del tema y, sobre todo, mi toma de posición ante una coyuntura adversa a la reforma que busca cambiarle la cara al sistema educativo universtario: es decir, la buscona interpelación del aprofujimorismo.


I

Son las 6:00 pm. Estoy en el trabajo. Tenía previsto en la mañana informarme más del tema de la movilización estudiantil ante la interpelación congresal al ministro Saavedra pues, ya es hora, debo de reanudar mi participación en actividades políticas. No por pose, sino porque quiero ser coherente con mi discurso. Mi idea de ir a la marcha, en todo caso,  era ir a tomarle el pulso a la participación de la gente, cómo es que va la organización actual del cuerpo estudiantil capitalino.

-Baja y si quieres te explico ahí-me responde desafiante un informante musculoso. De que es de fiar, sí que lo es. Está metido en el asunto organizativo. Una de las cosas relevantes que dijo, aunque inexactas es: “Las nacionales no se van a plegar porque la marcha se ha politizado…

El tránsito entre mi lugar de trabajo y el paradero está separado por unos 30 metros, distancia suficiente para que vaya de mis promiscuos entusiasmos a un debatible cargo de conciencia: ¿debo asistir o mejor me quedo en mi casa a leer para el trabajo que debo presentar? Poniendo responsabilidades académicas de por medio, decido por lo segundo. Mi viaje, ya sentado, se vuelve como una plegaria de sumisión al academicismo.

Felizmente siempre está la gente. Al terminar sin mucho trámite el recorrido por la Vía Expresa Grau, un paradero chupa a la gente de sus asientos, la cual se desparrama como agua. El carro queda semivacío en un santiamén. Esa imagen fue muy elocuente. En un dos por tres, pedí mi recorte del pasaje y bajé. Quería emociones, como le dije a una amiga que encontré ni bien di veinte pasos al bajarme.

Camino por las fronteras del Real Plaza. Jóvenes trabajadores de las oficinas del Centro de Lima se dirigen rumbo a lo que sería el Metropolitano, Colón, etc. Vestidos, sacos, corbatas, tacos. Gestos, maneras, modales… Mientras camino a contracorriente de ellos, me pongo a preguntar sobre el potencial que podrían dar ellos para la causa proletaria. De ellos, los más vistosos son los reporteros. Caminan muy juntos y platican. Los camarógrafos llevan en mano sus herramientas y uno los envidia pues parte de su trabajo consiste en viajar, hablar y conocer. Un pensamiento deviene en preocupación: “Aguanta, son reporteros. Se van como para Grau… ¿La marcha ya…?” No lo creo sinceramente. Y cuando estaba dispuesto a coger mi celular y llamar a mi informante, me dije: “Relaaaaja… Velo por ti mismo”. Llegué a Plaza San Martín y a la habitual mancha de señores que siempre discute, se le agregaba otra más grande, situada a los mismos pies del libertador argentino.


II


Usualmente en las marchas, conozco a la mayoría de presentes. Jóvenes universitarios, activistas sociales, artistas, etc. Pero esta vez no. O en todo caso sí, pero me era raro ver a algunos. Simplemente no pensaba verlos ahí. Esa extrañeza ante los personajes me movió a que diera algunas vueltas esperando alguna cara amiga. Nada que ver. Lo que vi fue una cosa distinta.

Al lado de las pulcras y representativas camisetas blancas que hablaban de la defensa de la educación, un banner lustroso y rojo en el que se leía “Sute Lima” y el lema clasista de antaño daba claro a la cara. Lo curioso de esta presentación eran los pancartas en los que se leía: “¡Abajo Saavedra!”. Era el ying y el yang en la política.

Yo estaba en medio y evidentemente entre el círculo formado por los estudiantes y sus arengas en favor de Saavedra y los miembros del sindicato había un abismo que debía superarse. Humildemente di mi zancada al preguntarle, con mucho de la poca información que había recibido, a un manifestante del Sute:

-Señor, dígame por qué quiere bajarse al ministro.

Ni corto ni perezoso, este me dijo, en realidad, lo que sería lo previsible entre los maestros sindicalizados: “Con esta reforma se produce un despido masivo de los profesores…”. El tema del sueldo. Es curioso, pues de oídas había entendido que el sueldo de los maestros había sido elevado. Aunque, claro, siempre y cuando se atienda a cómo va el desarrollo de la carrera pública magisterial, régimen laboral que basa la línea de carrera a partir de los méritos profesionales del docente. Quería pleito y le dije si acaso no podía reconocérsele a Saavedra el hecho de nuestro avance en la prueba Pisa. El docente me retruco que la educación no se mide por estadísticas de exámenes cortoplacistas sino por medición en base a procesos de mínimo 10 años. Puede que me haya querido atarantar con una lógica de oferta de educación integral, pero no me dijo mucho respecto a lo que quería saber: si acaso su plantón no suponía que sean los tontos útiles del aprismo y fujimorismo (eso bajo el inocente supuesto de que no tengan nada que ver con ellos: Uds. saben, los extremos se terminan juntando).

Las cosas estuvieron más al ras de nuestras suelas cuando una señora de combativo dedo índice le dijo al profesor que existían despidos pues, carajo, ¡ellos, los profesores, jalaban los exámenes para la  carrera pública magisterial! ¡Qué tal raza! Ahí la lógica del chofer se volvió bolita y de nada valió su defensa, que era que estaba mal que los docentes no se puedan llevar la prueba rendida para luego estudiarla como se debía.

-¡No es el momento!-les bramó excelentemente a los del Sute, luego, un indignado señor que veía lo inoportunas de sus arengas anti-Saavedra.  


III


Mientras se desenvolvía la discusión, algunos jóvenes universitarios merodeaban y prestaban atención. Eso era muy bueno, pues sentía que escucharnos era mucho mejor que gritar arengas y conformar polos cerrados que a nada llegaban. Poco a poco, otras personas se plegaban a la discusión y quedaba clarísimo que el debate no es solamente cosa de los viejitos del ágora popular. Los que se acercaron, no obstante, parecían ser del gremio del Sute, pues no alegaban otra cosa que su desacuerdo ante el continuista y pro sistema Jaime Saavedra. De su discurso, se destacaba lo ofensivo que era para ellos la presencia de estudiantes de las privadas en ese plantón, el cual en nada beneficiaba, a su juicio, al movimiento universitario.

-Son unos pitucos, pe, son de universidad privada –decían.

Yo no lograba entender muy bien. Pensé que el asunto era defender la continuidad de Saavedra como forma de “blindarlo” de las ardides mafiosas de los congresistas apristas y fujimoristas y darle un apoyo crítico. Pero sucede que la discusiones de parte de los estudiantes adversos a la prédica del plantón revelaban una posición fundamental y pocas veces retrucada: que la reforma universitaria quita espacios de participación estudiantil a los estudiantes de las universidades estatales. Esto, realmente, no fue refutado categóricamente de parte de las fuerzas que representaban al plantón, lo cual generaba sospechas de cuán representativo era este para el grueso de la población estudiantil. ¿Me explico?

Por este motivo, me tomé la licencia de solicitar claridad en el debate e inclusive hice las veces de moderador. Debo repetir que la postura de los estudiantes en desacuerdo con el plantón, aquella que habla de la participación estudiantil en los sectores estatales, fue hábilmente dribleada. Sin embargo, a uno que insistía en que los del plantón debían elaborar un análisis más integral de la ley le expresé lo siguiente: “Puede que sea cierto lo que dice, pero tampoco no deja de ser cierto que con esta reforma universitaria se está golpeando a las mafias, así que…”.

-Pero siempre va haber mafias pues compañero. Se va Saavedra y entrará otro igual o peor que él-me dijo un compañero de lentes y con una vara de plástico negro saliendo de su mochila.

Le pregunté entonces:

-¿Entonces qué propone?

Me dijo lo que repetía como un mantra: organizarnos. Vaya lugar común.


IV


Aparece finalmente mi informante y le pregunto que nos clarifique a todos una situación: ¿por qué solo está presente Católica en este plantón? Lo que nos dijo fue que el plantón prontamente fue maniatado por los estudiantes de la universidad Esan y el gobierno, que fue entre estos dos espacios en los que se creó la protesta. Además, para darle más énfasis de respaldo al gobierno y a la gestión de Saavedra, contó que los organizadores se habían juntado con el colectivo No a Keiko para darle al plantón una personalidad más definida. Notando su renuencia ante el plantón, le observamos por qué carajo pese a lo que dice, tiene un buen fajo de volantes en la mano.

-Uy-y mentó poéticamente la madre.

Las cosas empezaron a adquirir sentido por dos razones. Primero porque de un modo más objetivo, se complementaba con el rechazo de las universidades nacionales a la implementación de la ley, con lo cual se entiende que las privadas hayan estado encabezando este plantón. En segundo lugar, se entendían de su explicación los modos en que publicitariamente se había hecho presente la acción del plantón: ¿qué michi hace una “L” en la frente de un estudiante? ¿Quién para ofender se pone una “L” de loser en la frente? ¿Para quiénes es esto “legítimo” como imagen publicitaria? Ahora que en el debate se advertía eso, pensaba en lo muy fuera de lugar que estaba. Quizá eso sea una pequeña muestra de cómo los organizadores de la movilización están en condiciones para generar propuestas consensuadas hacia la acción.


V


-Déjeme hacer una pregunta- interviene una señora- ¿por qué no están presentes las universidades nacionales aquí?

Un joven de polo rojo, barbitas, piel quemada y ropa deportiva le responde:

-Ellos tienen otra forma de combatir, más clasista. Estos son caviares-dice en referencia al plantón. Continúa:

-Sí, clasista. Hay que leer.

-Qué sugieres leer-pregunto.

-Tiene que leer a Mao.

-¿Qué obra?

-La contradicción de las contradicciones.

-¿Cómo?

-La con-tra-dic-ción de las contradicciones.

-Ah…

-Y ya si quieres algo más fuerte, el Pensamiento Gonzalo, ¿ta bien o no?


VI


Confieso que el tema de la participación estudiantil en la universidad estatal me perturbó. Fue por eso que me causó mucha sorpresa que, varios minutos después de la discusión de marras, estudiantes universitarios de la Universidad Nacional Micaela Bastidas de Apurímac presenten ante cámaras de la televisión del Estado su apoyo decidido a la Reforma Universitaria. Cuando la cámara se retiró, procedí ingenuamente a encararlos. Pero mejor lo hizo un compañero que estaba secundado por aquel personajillo de polo rojo y lector de Mao. A decir verdad expresó una inquietud fundamental: la imposibilidad de que, por ley, estudiantes denunciados por problemas políticos consiga finalizar o continuar estudios universitarios. En el marco de las persecuciones arbitrarias y rebuscadas del gobierno, el margen de acción de la ley era un instrumento político para la organización opositora al gobierno de turno. Los estudiantes de la Micaela Bastidas escuchaban con atención y asentían. Era un rostro diferente al que tenían en los televisivos minutos anteriores.

-Realmente estoy perdido-le digo a mi informante interrumpiéndole un flirteo con una compañera.

Como cabía esperar, me manda a volar. Yo llevo mis dudas a una directa estudiante de Villarreal, quien, habiendo sido entrevistada por el mismo canal estatal, dio una postura muy clara y franca sobre parte de los alumnos de ese centro de estudios: su ingrata sorpresa de que el plantón sea una suerte de portátil de Saavedra cuando la ley contiene muchos aspectos cuestionables. Sin embargo, con mucha madurez política, reconoció que es perfectible.

Por lo menos para los estudiantes de la Villarreal, me cuenta, la Superintendencia Nacional de Educación (Sunedu), el órgano rector de las universidades sean públicas o privadas, no ha cumplido una rol oportuno en el impedimento de que las mafias rectorales abandonen el poder. Es más, han apañado su descaro habilitando procesos electorales en la que estas participan, llevando con ello a una desestructuración mayor de la universidad como tal: en consecuencia, la mafia se resiste a dejar los cargos y los estudiantes pierden clases por los sucesivos manoseos administrativos. Es natural que ante la ineficiencia de la Sunedu, entonces, tengan reparos ante una protesta que a nivel práctico pareciera librar de todo mal a la administración de Saavedra.

Consultados sobre si tal como está llevado este plantón se da una espaldarazo al ya de por sí movimiento estudiantil, ella y algunos compañeros villarrealinos me dicen que no. Inclusive, como se hizo en otras ocasiones, señalan el desfase entre símbolos y realidad. Como muestra, me señalan al compañero con una “L” en la cabeza del volante: nada que ver con lo que sienten o decimos los estudiantes en nuestro variado día a día.


VII


Me despido con la decisión de hacerle un seguimiento a lo que ha sido el objeto criticado el día de hoy: el plantón en sí. Lastimosamente, este ya ha terminado y está disuelto en algunos grupos. Deseando buscar datos precisos, me acerco a un compañero de un grupo de izquierda de la PUCP y le hago llegar mis descargos:

-¿Qué me puedes decir de la impresión de que esta marcha es ilegítima por cuanto no están presentes en estas las universidades nacionales?

Hubo una mala coordinación”, me responde el compa, y me explica la disconformidad de ellos y su grupo ante una protesta que pareciera ser más una carta libre ante el programa de gobierno que un apoyo crítico como lo es el presentado de alguna u otra manera por los estudiantes nacionales presentes el día de hoy. ¿Cómo entender el proceder de los liderazgos en todo caso? Me dice que todo fue muy rápido y que su agrupación sacará un procedimiento al respecto. Le digo si acaso mi posición no es muy alarmista y que, poniendo las cosas en contexto, este es un pequeño traspié dentro de una coordinación interuniversitaria mayor. Quizá no logro dejarme entender mejor pero mi conclusión es que nada es gratuito en política: que si bien hubo que tomar decisiones rápidas habría que contemplar entre el apoyo a un programa estatal y el apoyo solidario a las universidades que le hacen observaciones, lo cual habría derivado en un apoyo crítico a la reforma. De todas maneras, no obstante, queda en el tintero la utilización política en favor del gobierno del plantón. ¿Qué implicaciones tendría esto para el movimiento social universitario de ser esto real? Son preguntas que nos hacemos ante la simple observación de un hecho: la fragmentación y hasta polarización de posiciones en un tema que nos debería urgir a todos en la unidad: la reforma de la educación superior peruana.


Foto: Fepuc


07-12-16

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