martes, 14 de abril de 2015

Historias venideras

Dando referencias

Hay apuro por llegar pronto al hospital. Pero antes hay que pasar por casa para recoger el DNI y algunos análisis. Esas referencias, para la casa, hay que decírselas al taxista. Sin embargo, pese a las señalizaciones, no entiende. Marco utiliza su último y genial recurso.

-¡Por el grifo!

-¿Qué grifo, joven?

-Ese pe, donde mataron a los lacras.

La edad de siempre

Vamos de paseo al Centro. No, clases no. Las clases, aunque no debieran, aburren. Y hago mía una frase de mi profe: “Aprendí más fuera de las aulas que dentro”. He decidido ser obediente con mi prosor. Estoy en una combi con una chica hermosa, de cuerpo grande y de rostro y de ojos de niña. Cuando habla, alarga muuuuucho las palabras. Se lo hago ver pero con ella no es: no se da cuenta de la joda.

Ya le dije que soy mayor que ella y que no me viene a bien comentar mi edad. Para hacerle sentir esa endeble frustración le volteo el pastel.

-¿Y? ¿Tú que edad tienes?

Por las puras ella no ha viajado y arriesgado tanto. Sin despegar la vista de los exteriores de la ventana me lanza la perla que recordaré por siempre.

-Veintisiempre…

Y sus ojos verdes me miran.

Callejero

Desearía que Rocko no se entere, pero si en físico estaba de aquí para allá conmigo, en almita… en almita debe estar ya por la #3.

Era el 2014, y en el ejercicio solitario encontraba el elixir de la paz. El sol estaba en retirada y yo quería aprovechar sus últimos rayos en ese parque de césped que se alegra con la luz y da verdor.

Yo corría solo y sentía pasos. Volteo como envuelto por una paranoia y veo a un perrito de pelaje blanco y abundante detrás mío. Además, jadeaba como un perro loquito. No sé si movió la cola pero me siguió. Yo dejé que me siga. Compañía, sí. Además era mi cumple.

Hubo un momento en que dije que esto no era mucha casualidad, que Rocko no era el único perro “tonti” y que yo era un imán para ciertas cosas. Sucedió que cuando en un momento me detuve, el perrito blanco que apareció de la nada en la calle dio un salto y lo que primero sentí fue su pecho que rozaba contra mí y luego sus nerviosamente alegres patitas.

Yo me sorprendí y me quede mirándolo y diciendo “qué looooco”, el perro no cejó y repitió la acción. Cuando me acosté para hacer ejercicios echado, una vez que levantaba el tórax, el perro creo que intentó tirarse encima de mí pero yo lo evité: era demasiado cariño para una sola persona.

Al término de la acompañada rutina, pensé en la triste despedida, pero el perro blanco se la olía y, como si hubiera oído la hermosa y libertaria canción de Alberto Cortez, sin que se lo diga se fue perdiendo en las calles solito y pequeño. No lo noté triste, él hacía lo suyo. Era el Callejero de la canción y me dio uno de los regalos que más recuerdo.

La edad de los patitos

Enamorado puede que resulte inexacto. Loco era la palabra. Loco estaba por ella. Pero me dolía que no me correspondiese, me dolían sus desplantes, sus vistos, sus nada de respuestas al celular. Me dolía… y la amaba. Sus abrazos y sus “guapo” hacían que mis instintos se despierten, me digan: “Le gustas…”. Pero hasta ese momento no. Al parecer solo era un amigo para ella. En mi cumpleaños nos vimos, hablamos y se despidió mientras caminaba como si solo estuviera ella en el camino y levantando su brazo derecho en señal de adiós. No me saludó sino hasta la noche, en que vio por la red social que era mi onomástico.

Se abre la conversación.

-¿Por qué no me dijiste que era tu cumpleaños? Hoy estuve contigo!!!

-Pero k triste sería recordártelo no crees?

Se ríe… Me pregunta:

-Cuantos cumples?

-22!

-Oh… la edad de los patitos…

Una banca para todos

Me despedí de Miriam. Me ha abrazo y dicho te veré mañana. Yo le digo que sí y me voy cruzando el jardín. Veo de lejos a Yoicy, la miró y pienso: ¿por qué no? Me le acerco como un loco e interrumpo su conversación. Su amiga me mira y yo rápidamente la saludo. Yoicy, creo, se ha sorprendido. No nos hemos visto en tiempo. Su amiga se va (ojalá asustada) y empezamos a hablar. Sin que lo sepamos, ya estamos sentados en la banca.

Hablamos de todo, de su carrera de abogada, del feminismo, del culo de los hombres, de “objetivar”, de que estoy loco, de que las agrupaciones políticas no hacen nada por el estudiante, de que el estudiante de a pie es muy pasivo, de que hay que integrar, de que Galeano, de que El País, de que Gunther, de que uno es poeta, de que ella también estudia derecho, de que sería bonito de que en esta banca se forme un grupito y haya gente, de que yo le presentaré amigas a mi recientemente soltero amigo, de que hay prejuicios en la carrera de Derecho, de que hay que ligar lo que a uno le gusta con el deber, de que hay neonazis en Ucrania, de que se necesitan espacios de debate, de que ella me cae bien, de que Pacheco quedó en un segundo puesto por un ensayo, de que hay que luchar, de que Castañeda es una lacra, de que escucho, de que hablo, de que sería muy lindo que más noches como esta, en efecto, hagan que las gentes surjan como apariciones, se detengan en las bancas, charlen, se conozcan, conecten y se vayan, como ocurrió en esta plena noche.




Foto tomada por una mujer de ensortijada cabellera, mujer que nutre al cuerpo con solo mirar a la luna cuando domina la noche

14-04-15

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