martes, 30 de julio de 2013

Que siga

El individuo ya no podía más. Realmente era una situación de lo más desesperante. Encerrado en su cubículo obligado a hacer cosas totalmente ajenas a su naturaleza, él solamente recordaba los manuales o los tips de autoayuda  de las revistas dominicales que solía revisar para mantener el ánimo al tope. Era un ejercicio cotidiano pero, en realidad, también fugaz. Un antídoto y a la vez veneno. No era lo suyo, él lo sabía a la perfección. Pero la situación de la casa lo ameritaba. Se reconocía que no había espacios para disidencias nimias. No, había que hacerlo quiérase o no. La realidad era más efectiva que los manuales: vida o muerte, usted decide. En ese momento se iban al tacho los pensamientos de positividad y entraba a tallar el realismo con insumisa fuerza. Los resultados no eran los mismos: cara larga y amarga o rostro apacible. ¿Y qué importaba? La gestión de resultados del mundo de las empresas desde incontables décadas es parte del ADN de la vida social. No había mucha diferencia después de todo. “Manos a la obra”. De nuevo al ruedo.


30-07-13

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