Camino a Camaná, hace ya dos semanas casi, en el bus sentí una leve sensación de náuseas. No le dije nada a mi tía pues no quise alarmarla, tampoco me veía sosteniendo una bolsa de papel, como en las películas, y vomitando y haciendo todo un show en el bus cama en el que íbamos. Me quedé chitón y aguantando la sensación de náusea.
El sábado pasado tuve la misma sensación y cierta
descompensación, pero la tarde de ese día terminé comiendo y bebiendo de lo
lindo. Nada pasó. Al menos en ese exacto tiempo, ya en casa malestar y al día
siguiente un estómago hinchado, náuseas y descompensación. Igual me fui a
bailar, pero sintiendo mi estómago como un barril pesado de metal. Y náuseas.
Todo esto me conminó a que busque al doctor.
Sí, a dos o tres días. Quise actuar rápido porque el lunes no hice nada de
ejercicios, y eso que era primera semana, semana en donde arranco con las
paralelas rusas que con dolor me ha costado “desbloquear”. Pero ocurre que el doctor
con el que saqué cita, un doctor joven pero canoso, bonachón, canceló pues
también se puso mal. Y…
Estas cosas se dieron en un contexto de que el
lunes fui al baño unas cuantas veces. ¿Pueden creerlo? Tras esos síntomas
gástricos raros, le agregué a mi dieta “blanda” un potente plato de frejoles
seco. El resultado fue un tremendo festival de pirotecnia gástrica que terminó
en lo que se conoce como bicicleta. La noche del día en que el doctor bonachón
cancela la cita salgo a la sala y veo un plato cubierto, lo develo y veo una
pizza suculenta. Toco mi estómago y siento ya alivio. “Venga pa’ acá”.
Lo que vino fue un episodio dos de la bicicleta
y ahí sí me preocupé.
Acabo de terminar cita con la doctora, una
simpática doctora de raíces palestinas que no dejaba de reírse cuando me veía
anotar lo que decía o de poner cara de circunstancias, y me dijo que lo más
probablemente tenga un episodio viral. Si bien no me gustó que me llene de
medicinas a la manera de los doctores de la medicina norteamericana, me gustó
que me recete zinc como medio para proteger mi sistema inmune. Eso, de hecho,
me lo dateó mi fisioterapeuta hace unos meses y es posible que lo tome de
manera diaria (en 30 mg.) de aquí en adelante. ¿Qué si es gastritis? Poco
probable, pero ahora entiendo – e investigaré más- que la gastritis es un tema
de cuidado de la mucosa gástrica y que cometemos un error si tomamos café en
ayunas o algún ácido. ¿Eso va a contracorriente de aquella cultura general de
beber agua con limón a ayunas? No lo sé, es una guerra de saberes y ahí está el
tema de seguir investigando.
Alabado sea el de arriba por coger el problema
de mi barriga como excusa para ensayar estas letras, pues como decía el adagio
romano “nulla dies sine línea”.
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