jueves, 20 de febrero de 2025

Hinchado… de palabras

Camino a Camaná, hace ya dos semanas casi, en el bus sentí una leve sensación de náuseas. No le dije nada a mi tía pues no quise alarmarla, tampoco me veía sosteniendo una bolsa de papel, como en las películas, y vomitando y haciendo todo un show en el bus cama en el que íbamos. Me quedé chitón y aguantando la sensación de náusea.

El sábado pasado tuve la misma sensación y cierta descompensación, pero la tarde de ese día terminé comiendo y bebiendo de lo lindo. Nada pasó. Al menos en ese exacto tiempo, ya en casa malestar y al día siguiente un estómago hinchado, náuseas y descompensación. Igual me fui a bailar, pero sintiendo mi estómago como un barril pesado de metal. Y náuseas.

Todo esto me conminó a que busque al doctor. Sí, a dos o tres días. Quise actuar rápido porque el lunes no hice nada de ejercicios, y eso que era primera semana, semana en donde arranco con las paralelas rusas que con dolor me ha costado “desbloquear”. Pero ocurre que el doctor con el que saqué cita, un doctor joven pero canoso, bonachón, canceló pues también se puso mal. Y…

Estas cosas se dieron en un contexto de que el lunes fui al baño unas cuantas veces. ¿Pueden creerlo? Tras esos síntomas gástricos raros, le agregué a mi dieta “blanda” un potente plato de frejoles seco. El resultado fue un tremendo festival de pirotecnia gástrica que terminó en lo que se conoce como bicicleta. La noche del día en que el doctor bonachón cancela la cita salgo a la sala y veo un plato cubierto, lo develo y veo una pizza suculenta. Toco mi estómago y siento ya alivio. “Venga pa’ acá”.

Lo que vino fue un episodio dos de la bicicleta y ahí sí me preocupé.

Acabo de terminar cita con la doctora, una simpática doctora de raíces palestinas que no dejaba de reírse cuando me veía anotar lo que decía o de poner cara de circunstancias, y me dijo que lo más probablemente tenga un episodio viral. Si bien no me gustó que me llene de medicinas a la manera de los doctores de la medicina norteamericana, me gustó que me recete zinc como medio para proteger mi sistema inmune. Eso, de hecho, me lo dateó mi fisioterapeuta hace unos meses y es posible que lo tome de manera diaria (en 30 mg.) de aquí en adelante. ¿Qué si es gastritis? Poco probable, pero ahora entiendo – e investigaré más- que la gastritis es un tema de cuidado de la mucosa gástrica y que cometemos un error si tomamos café en ayunas o algún ácido. ¿Eso va a contracorriente de aquella cultura general de beber agua con limón a ayunas? No lo sé, es una guerra de saberes y ahí está el tema de seguir investigando.

Alabado sea el de arriba por coger el problema de mi barriga como excusa para ensayar estas letras, pues como decía el adagio romano “nulla dies sine línea”.

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