martes, 20 de enero de 2015

Rocko loco…




El día de ayer la familia tomó una dolorosa decisión que hasta ahora no me la creo por lo rápida y fulminante que fue: se va nuestro Rocko.

De un día para otro no podía levantarse, sus patitas flaqueaban como hojitas. No podía sostenerse en pie. Luego de verlo en sus mejores años, en ver sus orejitas para atrás cuando corría indesmayable conmigo, abriendo toda la boca y sacando la lengua como signo de entera felicidad, mostrando el pechito blanco y buscando bronca cuando no la debía (fue hace unas semanas cuando en su punto de defensa de la casa se enfrentó a un pajarraco que se metió a la cocina), realmente ver sus días postrado en una cama, triste y con mucha soledad, pues ese era su futuro panorama, decidimos que no, que nuestro perro feliz y puro no podía vivir de esa manera tan mediana.

Recuerdo los deseos furtivos que tenía en el 2004 para tener un perro. La idea no cuajó en casa, idea que nació de un ¿y por qué no? De tener un perro. Mi tesón tuvo resultados cuando mi padre se dignó a decirme: sácate buenas notas y lo tienes. Eso hice y también la de pasar revista desde el carro que tomaba en 28 de julio a mi casa para ver qué perros veía. También cuando me iba al mercado o también de la escuela a  Campo de Marte que era el obligado lugar por donde debía pasar para llegar a 28 de julio. Mi vida era perros, quería uno. Un bóxer me atraía.

Llegó un día en que en clase nos hicieron quedar más de lo normal, o sea, había asesoría. Yo estaba sentado en la parte del medio escuchando y apuntando para sacarme aquellas buenas notas, cuando el tutor me llama: “Solórzano, su papá lo busca”. Un poco sorprendido salgo cuando veo a mi viejo y a su amigo Renzo que habían cruzado la pista desde su chamba en el Ministerio del Trabajo. Mi viejo me veía feliz, con esa sonrisa de quien tiene una travesura alegre entre brazos…


-Mira-me dijo, y de una cajita con disquetes que tenía apoyado en un murito de por ahí, había un perrito chiquitito, que miraba curioso las paredes y las cabezas de los también curiosos que le veían. Era mi perrito…

-Llévatelo pues

Me di  cuenta de mi sentido de responsabilidad y estoicismo cuando dije, pese a lo mucho que deseaba tener un perro:

-No, pa, es que salgo tarde, mejor llévatelo tú.

Y es que a esas horas tardías en que los carros pasan repletos, la gente no respetaba al escolar y lo mandaba al fondo. Realmente pasaban llenísimos y yo pensaba lo peor: ¿Y  si se aplasta? ¿Y si me lo roban? ¿Y si en la escuela donde tenía que guardarlo hasta la salida le jalaban feo la oreja? No, mejor no.

-Pa, llevatelo tú.

Mi papá me besó y se fue. Yo entré al salón y no recuerdo muy bien qué pasaba en mi cabeza. Pero creo que decía: “Ya tengo un perro, ya tengo un perro”.

Cuando llegue a casa, comprobé al bajarme que mis razonamientos tenían sentido: el carro estaba abundante.

Al abrir la puerta en esa noche de octubre, vi a mi mamá, mi papá y mi hermano Christian sentados en la sasa. En el medio estaba el perrito lindo ya salido de su caja de disquetes y conociendo su nuevo hogar. Yo me quede paradito y de a pocos, ganado por la confianza, entré. Lo veía, lo veía mucho. Y ensuciando mi uniforme de escolar me senté a su costado acariciándolo.

Qué sorpresa la que me había dado mi pa. Tenía hambre y sentí que sería mi hermano menor cuando le di de comer hígado cocido de la palma de mi mano. Primero me asuste pues pensé que me mordería pero mi perrito solo comía el hígado y pasaba su lengua. Era la primera vez que sentía aquello. Me sentía obligado a cuidar de él, cosa que he hecho durante la mayor parte de su vida. Como aquel día sábado en que, siendo cachorro aún, tenía hambre y yo no tenía ni pizca idea de cómo preparar un hígado. Lo hice pero creo que lo hice mal. Y en mi desesperación me tendí con él en el suelo. Él musitando ruiditos y yo llorando como un tontuelo porque no sabía cómo cocinarle su comidita al cachorrito bonito de color marroncito.

Rocko creció mucho, bastante y en la casa cuando íbamos de malas me decían pa’ asustarme de que se regresaría. Yo no respondía y tragaba la amargura. Hubo tiempos en que no lo sacamos mucho, cosa de la que me arrepiento.

Cuando ya aprendía de la calle, en algunos momentos tristes, solía salir con él. Me iba con mi perro los domingos en la noche a caminar por calles oscuras, sin luz. Por Mirones, por Elio, por Cipreses. “A ver, quién me hace algo, toy con mi perro”. Rocko caminaba, jalaba, olía las plantas, tiraba sus orejitas para atrás. Saltaba y yo admiraba su cuerpo. “Pucha, qué lomazo el de mi perro”. Tan temprana edad y ya sacaba caja… ¿Y yo? Ja. Yo vendría después.

Así, durante 10 años en que estuvo con nosotros.

No tengo muchas fotos con él, lamentablemente. Son cosas que me debo bien configurar. Pero… tengo la satisfacción de haberme hecho a cargo de un perrito, de no tratarlo mal, sino como se merecía un ser con vida que nos brindaba toda la nobleza y ternura “esa que nos hace falta cada día más”.

Ahora mi Rocko ya no está, me siento como un madero seco y ya no me salen más lágrimas. La casa está sola, ya no siento su compañía. Y así será durante el resto de los días, al parecer.

Pero mi Rocko siempre estará, siempre jadeando. Anda al frente de la casa cuidándola…

Su movediza colita ya no irá de un lado para otro y moviendo su cuerpecito como alguien que no puede controlarlo ni saltará con las dos patas delanteras tendidas en tensas direcciones. No…

Tampoco cuando me levante y al costado de mi cama vea sus orejitas extendidas para los dos lados. No… No… ya no más…

Qué triste mi Rocko, y pensar que hace unas semanas corríamos y caminábamos tranquilos por la acera de enfrente. Cuánta falta me harás mi perrito lindo, ¡Cuánta!

Te quiere mucho tu amigo, tu naricita húmeda, tu orejita,  tu pechito de piel crespa, tu mirada santa y los espacitos blanco que le añadían más toque. Ya nada… Ya nada…

Anda corre por donde quiera que estés. Y si está el abuelo, dile con un lamido y un salto que nos queda cuerda pa’ rato en este mundo y que lo queremos.

En lo que nos compete… “seguiremos salvándonos de nuestra soledad”.

¡Gracias, mi chico! ¡Gracias por todo, criaturita!

¡La muerte no es nada! ¡Sucia intrusa! ¡Bajo el tiempo que se va en un instante! ¡Bajo, bajo!

¡Mi chico! ¡Mi chiquitito! ¡¡Mi pipo!!

¡Qué grandecito y fuerte fuiste!

¡Te quiero! ¡Abrazos!

¡Adiós, mi picho! 

¡Adiós!


20-01-15

1 comentario:

  1. mi querido y apreciado sobrino, la ventaja de haberlo tenido por una decada, a tu querido engreido Rocko,te da la ventaja de valorarlo, recordsr sus anecdotas y darte cuenta que la vida es tan importante, y hay que vivirla, dia a dia

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