miércoles, 22 de noviembre de 2017

Qué bien me hace despedirte…


Hoy tenía tres postales para regalar. De ellas, solo me acuerdo dos. Aquí van.

I

Vivir el presente es disfrutar tu pan con pollo. Fresco, con papitas al hilo y una lechuguita por ahí que matice bien la grasa de la mayonesa. Pero vivirlo es comerlo mientras ves tu entorno, lo tasas, te llenas de preguntas e información. Me llevo el pan a la boca. Los sanmarquinos salen, entran. Yo espero sentado en las tablas de madera del paradero. Unos toman carro con estilo: trote hasta ver que los carros no te respetarán y harán ejercicio de su derecho al correteo. Parar con estilo, pasarte la mano por la cabeza con el peinado nuevo. Alistarse el chalequito recién comprao’. Ayayay.

Pero yo no veo eso. Veo, algo nuevo para mí, al padre de oriente. Al, seguro que sí, dueño de un chifa que espera a su hija, una joven oriental de cabello liso largo y cuerpo delgado con mochila, que se acerca a él. Estamos ante la extensión del colegio. El padre la sonríe, la chica como si no advirtiera. ¿Qué esperan? ¿Seguirán las sonrisas? Detrás viene otro de los herederos, un joven chino con polo-camisa azul que también se percata de la escena alegre del viejo, que es como si no creyese.

¿El orgullo de la familia sanmarquina cómo entra a tallar en la familia oriental? Es más: ¿qué significa estudiar con la chica china en la universidad (¡y qué universidad!? ¿Cuáles son las trayectorias que les competen a las segundas, terceras, cuartas generaciones de chinos venidos al Perú?

II

No logro recordarme, pese a todo, de la segunda postal. Lo siento.

III

Te pedí que hiciéramos una vuelta en U y lo hicimos. Te conté que siento un bajón, que me falta confianza. “¿Para qué, papi?”. Pal gileo. Uno debería sentir confianza para el estudio, para la tarea, para el trabajo. ¿No para el gileo? Da igual, me hacía falta decirlo.

-Oe, pero entonces cómo es que se prom…

- ¡Hablamos! ¡Hey, pare, pare!

Menudo hijue… que me deja con la palabra en la boca. Mejor que te fuiste porque las calles, en estas horas vacías, se llenan de jóvenes que simulan ser una mejor corriente que la que vemos en los mares. Cómo se mueven estos jóvenes. No. Cómo se deslizan, con qué suavidad. Van en patines y no son bandada, sino legión. “¿A dónde irán a cometer sus locuras?”, me pregunto. Yo ya gané el puente colgante que me lleva a mi casa y no puedo evitar pensar en ellos. En sus patines, su destino y origen, y en lo feliz que se deben sentir con esos implementos a los pies. Se retiran. Son como navegantes en las perdidas aguas del no horizonte. Ya voy cerrando el puente y pasa otro grupo, esta vez menor. Como el de las aves que se quedan atrás ante su conjunto pero igual, igual, remontan el vuelo. Los pierdo. “Caray, debí gritarles”. Mas, viviendo en Perú, se espera que…

- ¿Qué hace ese loco haciendo como “stop” en la pista?

Soy yo, que no me quiero perder nada de información. Los paro. Muevo los brazos. Estoy como en la pista de aterrizaje. Los aviones vienen, paran. Bajan su marcha.

No, no, no. ¿Querrán hablarme al vuelo?

La pareja, que a ellos me he referido, va aletargándose. La muchacha extiende su mano enguantada de material áspero. No la logré entender. Hubiera sido bonito que yo ya la haya detenido… Paran sudosos. Ella más que él.

- Hey, ¿de dónde son? – mis ojos, pude verlos en los del moreno que me habla, son pura emoción.

El moreno me cuenta que son “LimaNortesobreruedasbúscanosenfacebook”. Así, en wantan. “¿Vives por acá?”, pregunta mi amigo. “Claro”, le señalo una de las casas de la Colonial. “Ah, qué chévere”. “¿Y a dónde van?”. “Bueno, habíamos estado en el Centro… “. Hace un gesto que nos dice a todos: “ahí, haciendo hora”. Qué feliz. “Ah… ahora se van pa’ la jato”. “Sí…”, sonríe, descubierto. “Soy de Los Olivos”, responderá luego. Pienso en ti. Sí.

Detrás de ellos hay un patín con barbita y bigote feos, gastados, no sé qué, que ronda y ronda en patín haciéndose el importante. No le damos importancia ni a él ni a su canchita que come. Los despido. La conversación ha de ser rápida. Me zumba: “Estuvimos con los rollers de San Juan de Lurigancho…”. Y yo me acuerdo de las mejores mujeres de los continentes de Lima.

Regreso a casa, ya no cansado, pienso en que fue bueno dejarte, en antes decirte te hago la taba. Paso por un carro. Una mujer me mira, ceño... rarazo. 

- ¿Qué hace ese loco haciendo como “stop” en la pista?

IV

¿Habrá sido la mujer morena que caminaba con pesadez nerviosa por la auxiliar de mi avenida? Yo deseaba, en aras de ser buen samaritano, ir a socorrerla, decirle: “tranquila, doña, soy del barrio”. Lo justo. Como se hace con las abuelitas después del mercado. Pero apareció su hija. Una morena joven, de sonrisa linda.

“¡Qué manía la tuya de demorarte! ¡Encima que te aviso y llegas tarde!”, le grita la vieja. “¡Ay, mamá…! Nada de guerras. A los 30 segundos empiezan a reír.



Imagen: Hellboy - Alex Maleev


22-11-17

domingo, 9 de abril de 2017

Todo me da vueltas

La semana pasada un jugador me metió un fonavi, me dijo, con peligrosa voz –o sea, le menos pensada-:  Oiga, le renovaremos el contrato por un año más. Es usted el trabajador que necesitamos. Y no pensé mal por la mermelada porque de mermeladas sabía bastante en mi tiempo en el Estado. Todo el servilismo del que había oído en novelas, historias y bromas, lo vi realmente alguna vez en mi trayectoria como practicante.

Por un momento pensé en mis amigos de Mirones, esos lacras de m… que llamaban y gastaban bromas en el cole. Por eso pregunté. ¿Nombre?  Me respondieron. Juan Pérez. Más zonzo. Solo porque estaba noqueado me la tragué. La billetera pagó pato en la noche. A los días me enteré que todo era una falsedad. Fuiste. Cosa curiosa, empero: al que me hizo la broma lo terminaron botando a la mala de la chamba, yo salí porque había vencido el tiempo de contrato.

Han pasado los días, y hoy me llamó un buen pata que enseña en la universidad. Es loco que diga buen pata, pero uno siente verdaderamente cuando uno es buen pata. Me fonéo, me dijo: “Oye huevón pareciera que yo estoy haciendo tu chamba. Estoy acá en Cantagallo (¡Dice-y lean esto bajo verdadero paréntesis- que al barrio la gente de ahí le dice Cantapollo o Cantachicken! ¡Habla bien!) y ya estoy contactando gente”. Re-mate de risa. Sigue el Fiteca. Nos tiramos una hora hablando por fono. Me cuadraba sobre Levi Strauss y su estructuralismo (a lo que yo escuchaba condescendientemente, aguaitando), me hacía sus comentarios sobre la antropología urbana, le hacía comentarios sobre Néstor García Canclini, escuchaba mis rajes sobre un tal G. Portocarreo, por ahí me hablaba de los shipibos y cosas muy locas sobre la alteridad. En fin, blablablá de temas. Entre ellos, el más positivo…

-¿Oe y dónde estás que escucho puro auto?-le pregunté a la firme.

-Ah, estoy por Colonial con Universitaria esperando mi carro que por tu culpa se me han ido como dos conche...

Recontra locazo, me entero que su viejita vive en Mirones. ¡Habla bien!

-¿O sea eres de Mirones, amigo de Cachín?

Solo le faltó que diga “Ah, no”. Para entonces, como buen canchero, ya había soltado sus buenos pares de lisuras. Elegante el socio. Elegantón porque estudio en el 1154 la primaria y la secundaria la hizo en el Hipólito. O sea, un hijo ilustre de Mirones es antropólogo y además enseña en la Cato. Como comprenden, ambos son dos datos que llenan de orgullo a la colectividad del barrio, así que tu discursito criticón, si es que lo tienes, se va rondando por tu anillo. Por mi parte, estoy organizando un buen material de preguntas pa’ hacerle un perfil. Así como así no se encuentran personas chéveres.

¿Y por qué escribo esto? Porque el tío me tendió una mano (con la organización y con la tesis), de la recontra nada, y no es por echarme arrocito pero con las personas yo también me porto elega. Como dicen los bravos: “Ah, no”. El mundo, esta esfera que se va poniendo cada vez más candente y naranja, da sus buenas vueltas



Foto de Sebastiao Salgado, de su libro documental "Workers" 
09-04-17

sábado, 28 de enero de 2017

Doctora literatura

-Solórzano…

Levanto la mano. Me han llamado a destiempo. La mañana podría ser mía.

-¿Solórzano Pereyra…?

-Sí.

Arreglo mis cosas. Guardo mis lápices, lapiceros y hojas. No pude dibujar a la enfermera que sufrió un accidente vehicular en agosto, pero por lo menos entablamos una charla entre extraños.  

La doctora me mira, desde lejos.

-Pasa…

Entro a su oficina. Un libro inmenso cubierto de un forro blanco me saluda desde la mesita contigua a la silla desde donde ella me hablará.

-Esguince-lee mi historial-… ¿A ver, camina?

Hago lo que me dice. Voy, vengo, en puntitas, en cuclillas, sentadillas.

-Au.

-¿Qué pasó?

-La rodilla.

-Eso es otra cosa.

Me siento.

-¿Haces deporte?

-Sí. Mucho. Corro.

La doctora empieza a redactar algo. Cuando me dice que ya me puede dar de alta; me siento tranquilo. Pero le hablo del bultito que tengo en el tobillo, bultito que no baja y que a mí me desencaja.

-Va a bajar…

Minutos después le pregunto: ¿Y voy a poder hacer Kung Fu? Me responde que a su debido tiempo sí; cosa de semanas, cosa de ver cómo el pie responde. Lo curioso es cuando me pregunta: ¿Y usted medita?

Lo más curioso es cuando re pregunta, segundos después:

-¿Y el kung fu tiene que ver con la espiritualidad?

A este hombre que siente que pocas cosas le motivan en su vida (hasta que no las ve de manera material), se le encienden determinadas luces. Entonces, me paro y hago unos movimientos para explicarle una postura, una estrategia de vida, aquella que trata de usar la fuerza del oponente a tu favor.

Vuelvo a sentarme. Comenzamos a platicar. Llegamos al tema de los tiempos y nuevamente, irreflexivamente, le cuento que dibujo.

-Es más… aquí tengo mis dibujos.

Saco mi fólder y le muestro mis dibujos de escritores. De Bradbury, de Cela, de Víctor Hugo, de Sienkiewyckz, de Saramago.

-Este es Ricardo Palma-dice  con una sonrisa en referencia al autor de Quo  Vadis?, obra que ha leído. Los dos nos miramos cuando dice ella: ¿A dónde vas? “Dominic”, completo.

Es bueno; es bueno y es lindo. Me señala que el libro que he visto no es la biblia; sino Los hermanos Karamazov, de Dostoievsky. ¿Pueden créelo? De ahí pasamos a hablar de Saramago, del Génesis, de la historia de los judíos, árabes y Jerusalén, de Memorias de Adriano, de Tolstoi y de la cantidad de libros que debemos leer por año; una suerte de 12 por año en su promedio.

“Miércoles… ¿Y los demás pacientes?”, pienso a medida que la conversación se va desarrollando.

-¿Y qué libro me recomienda?-musito.

No me responde. Empieza a hablar de los libros que ha leído.

-Por ejemplo; recuerdo que leí hace poco un libro de la crisis norteamericana… de la crisis de… 1830.

Casi pretendo corregirla. Decirle: “¿Se referirá, doctora, a la década que desencadenó la crisis del 29’ pero en el siglo XX?”, pero me callo. Espero.

-Es un libro que trata sobre la época en que la gente se iba a buscar oro a California pero no encontraba nada, nada-sus ojos me dan drama-. Ir para no encontrar nada. Wau…

Mi mente es un estímulo, un juego de sensibilidad despierta.

-¿Se refiere doctora a Las uvas de la ira, de Steinbeck?

-¡Ese!-me dice con encanto.

No lo he leído, pero lo anoto tiempo después en mi agenda. Alguna vez leí, en medio de un páramo existencial, que lo recomendaba el sacerdote brasileño Frei Betto, aquel que confesaba, si mal no recuerdo, a Fidel Castro; y que lo hacía, la recomendación, como para despertar la sensibilidad de las personas. Cuando llego a casa, bastante rato después, leo que El Comercio está a punto de sacar una nueva colección de textos de los Premios Nobel. Para mi sorpresa feliz no solo está El viejo y el mar, de Hemingway, sino, entre otros tantos (el de Naipul puede llegar a ser una delicia), uno de Steinbeck: Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros. Las cosas funcionan conmigo como impactantes golpes. Así que en este día de coincidencias este año no pasa sin haber tenido buena literatura en mi poder; Steinbeck, Dios me ampare, estará entre los leídos.


-¿Doctora-pregunto finalmente, ya para irme del consultorio- y por qué me pregunta sobre meditación? ¿Usted medita?

La doctora me mira; me responde: “No. No tengo tiempo”.

-¡Además, no me puedo concentrar!


 En la foto: John Steinbeck


28-01-17