El día de ayer la familia tomó
una dolorosa decisión que hasta ahora no me la creo por lo rápida y fulminante
que fue: se va nuestro Rocko.
De un día para otro no podía
levantarse, sus patitas flaqueaban como hojitas. No podía sostenerse en pie.
Luego de verlo en sus mejores años, en ver sus orejitas para atrás cuando
corría indesmayable conmigo, abriendo toda la boca y sacando la lengua como
signo de entera felicidad, mostrando el pechito blanco y buscando bronca cuando
no la debía (fue hace unas semanas cuando en su punto de defensa de la casa se
enfrentó a un pajarraco que se metió a la cocina), realmente ver sus días
postrado en una cama, triste y con mucha soledad, pues ese era su futuro
panorama, decidimos que no, que nuestro perro feliz y puro no podía vivir de
esa manera tan mediana.
Recuerdo los deseos furtivos que
tenía en el 2004 para tener un perro. La idea no cuajó en casa, idea que nació
de un ¿y por qué no? De tener un perro. Mi tesón tuvo resultados cuando mi
padre se dignó a decirme: sácate buenas notas y lo tienes. Eso hice y también
la de pasar revista desde el carro que tomaba en 28 de julio a mi casa para ver
qué perros veía. También cuando me iba al mercado o también de la escuela
a Campo de Marte que era el obligado
lugar por donde debía pasar para llegar a 28 de julio. Mi vida era perros,
quería uno. Un bóxer me atraía.
Llegó un día en que en clase nos
hicieron quedar más de lo normal, o sea, había asesoría. Yo estaba sentado en
la parte del medio escuchando y apuntando para sacarme aquellas buenas notas,
cuando el tutor me llama: “Solórzano, su papá lo busca”. Un poco sorprendido
salgo cuando veo a mi viejo y a su amigo Renzo que habían cruzado la pista
desde su chamba en el Ministerio del Trabajo. Mi viejo me veía feliz, con esa
sonrisa de quien tiene una travesura alegre entre brazos…
-Mira-me dijo, y de una cajita con disquetes que tenía apoyado en un murito de
por ahí, había un perrito chiquitito, que miraba curioso las paredes y las
cabezas de los también curiosos que le veían. Era mi perrito…
-Llévatelo pues
Me di cuenta de mi sentido de responsabilidad y
estoicismo cuando dije, pese a lo mucho que deseaba tener un perro:
-No, pa, es que salgo tarde,
mejor llévatelo tú.
Y es que a esas horas tardías en
que los carros pasan repletos, la gente no respetaba al escolar y lo mandaba al
fondo. Realmente pasaban llenísimos y yo pensaba lo peor: ¿Y si se aplasta? ¿Y si me lo roban? ¿Y si en la
escuela donde tenía que guardarlo hasta la salida le jalaban feo la oreja? No,
mejor no.
-Pa, llevatelo tú.
Mi papá me besó y se fue. Yo
entré al salón y no recuerdo muy bien qué pasaba en mi cabeza. Pero creo que
decía: “Ya tengo un perro, ya tengo un perro”.
Cuando llegue a casa, comprobé al
bajarme que mis razonamientos tenían sentido: el carro estaba abundante.
Al abrir la puerta en esa noche
de octubre, vi a mi mamá, mi papá y mi hermano Christian sentados en la sasa.
En el medio estaba el perrito lindo ya salido de su caja de disquetes y
conociendo su nuevo hogar. Yo me quede paradito y de a pocos, ganado por la
confianza, entré. Lo veía, lo veía mucho. Y ensuciando mi uniforme de escolar
me senté a su costado acariciándolo.
Qué sorpresa la que me había dado
mi pa. Tenía hambre y sentí que sería mi hermano menor cuando le di de comer
hígado cocido de la palma de mi mano. Primero me asuste pues pensé que me
mordería pero mi perrito solo comía el hígado y pasaba su lengua. Era la
primera vez que sentía aquello. Me sentía obligado a cuidar de él, cosa que he
hecho durante la mayor parte de su vida. Como aquel día sábado en que, siendo
cachorro aún, tenía hambre y yo no tenía ni pizca idea de cómo preparar un
hígado. Lo hice pero creo que lo hice mal. Y en mi desesperación me tendí con
él en el suelo. Él musitando ruiditos y yo llorando como un tontuelo porque no
sabía cómo cocinarle su comidita al cachorrito bonito de color marroncito.
Rocko creció mucho, bastante y en
la casa cuando íbamos de malas me decían pa’ asustarme de que se regresaría. Yo
no respondía y tragaba la amargura. Hubo tiempos en que no lo sacamos mucho,
cosa de la que me arrepiento.
Cuando ya aprendía de la calle,
en algunos momentos tristes, solía salir con él. Me iba con mi perro los
domingos en la noche a caminar por calles oscuras, sin luz. Por Mirones, por
Elio, por Cipreses. “A ver, quién me hace algo, toy con mi perro”. Rocko
caminaba, jalaba, olía las plantas, tiraba sus orejitas para atrás. Saltaba y
yo admiraba su cuerpo. “Pucha, qué lomazo el de mi perro”. Tan temprana edad y
ya sacaba caja… ¿Y yo? Ja. Yo vendría después.
Así, durante 10 años en que
estuvo con nosotros.
No tengo muchas fotos con él,
lamentablemente. Son cosas que me debo bien configurar. Pero… tengo la
satisfacción de haberme hecho a cargo de un perrito, de no tratarlo mal, sino
como se merecía un ser con vida que nos brindaba toda la nobleza y ternura “esa
que nos hace falta cada día más”.
Ahora mi Rocko ya no está, me
siento como un madero seco y ya no me salen más lágrimas. La casa está sola, ya
no siento su compañía. Y así será durante el resto de los días, al parecer.
Pero mi Rocko siempre estará,
siempre jadeando. Anda al frente de la casa cuidándola…
Su movediza colita ya no irá de
un lado para otro y moviendo su cuerpecito como alguien que no puede
controlarlo ni saltará con las dos patas delanteras tendidas en tensas
direcciones. No…
Tampoco cuando me levante y al
costado de mi cama vea sus orejitas extendidas para los dos lados. No… No… ya
no más…
Qué triste mi Rocko, y pensar que
hace unas semanas corríamos y caminábamos tranquilos por la acera de enfrente.
Cuánta falta me harás mi perrito lindo, ¡Cuánta!
Te quiere mucho tu amigo, tu
naricita húmeda, tu orejita, tu pechito
de piel crespa, tu mirada santa y los espacitos blanco que le añadían más toque.
Ya nada… Ya nada…
Anda corre por donde quiera que
estés. Y si está el abuelo, dile con un lamido y un salto que nos queda cuerda
pa’ rato en este mundo y que lo queremos.
En lo que nos compete… “seguiremos
salvándonos de nuestra soledad”.
¡Gracias, mi chico! ¡Gracias por
todo, criaturita!
¡La muerte no es nada! ¡Sucia
intrusa! ¡Bajo el tiempo que se va en un instante! ¡Bajo, bajo!
¡Mi chico! ¡Mi chiquitito! ¡¡Mi
pipo!!
¡Qué grandecito y fuerte fuiste!
¡Te quiero! ¡Abrazos!
¡Adiós, mi picho!
¡Adiós!
20-01-15