Pariah es la historia de una
joven mujer de 17 años proveniente del acalorado barrio del Bronx en búsqueda
de su identidad. Una identidad que en su círculo cercano provocará duelos y
choques profundos. Alike, la protagonista del filme, es lesbiana, se descubre
lesbiana. He ahí el hecho por el cual su pasaje de autoafirmación se vuelve tan
complicado. Porque su familia se ve cimentada en fuertes raíces tradicionales
(un padre erigido como autoridad de la casa, voluntariamente inflexible ante las
naturales debilidades de los suyos; una madre símbolo del acartonamiento
sexista, ese que hosca y apriorísticamente traza los caminos a seguir por la
huella que naturaleza dejo en los cuerpos), porque las ideas de diálogo y
tolerancia todavía no se hallan en el núcleo hogareño, porque la cerrazón y el
miedo encuentran pródigos lugares en la desfalleciente sensación de seguridad
de las figuras paternales, Alike se topa con el sufrimiento, con puertas
cerradas, con dolorosas lágrimas que evidencian la violenta colisión de
ilógicas fuerzas contrapuestas. De ahí que, en un principio, opte por la doble
vida, por el artificio de las máscaras.
Pariah, también es eso: una
crítica a la mentira. Y tiene tres lecturas o ejemplos insalvables. El primero
es el del padre visto como autoridad. A lo largo de la película se observa
claramente el cariño y el amor que tiene para su hija mayor, Alike. En la
privacidad, este se muestra cariñoso, benefactor y respetuoso de las decisiones
de la hija. El cuadro cambia cuando hace frente a los molestos murmullos de los
vecinos que parecen haber descubierto el “error” de Alike: su lesbianismo. Una
escena muestra con total clarividencia
este momento: Alike y su padre conversan sobre la oportunidad que esta tiene
sobre manejar el carro hasta la casa, la que se encuentra a muy corta
distancia. El padre, comprensible, pone fáciles observaciones, lo que da a pie
a la accesibilidad del pedido de su hija. Esto cambia cuando padre e hija se
ven enfrentados al ojo público. En la tienda vecinal, el afecto del padre, rudo
ante todos, se torna en rigidez para contentar a la platea y así perpetuar la
imagen que del padre se tiene. Ya se dijo, él es la autoridad. No importa mucho
que Alike no maneje el carro hacia la casa. Importa sí su mirada triste y perdida,
que intenta indagar el porqué de ese proceder.
Por otro lado, tenemos a la madre
de la protagonista. Una mujer de carácter fuerte y exasperante que busca
encauzar a su hija. Sus ojos de madre ya se lo dijeron: algo anda mal con su
hija y más vale hacer algo porque vuelva a la senda de lo normal, no vaya a ser que como madre termine como un total fiasco.
El papel de la madre es más resaltante. Aunque profesional de la salud,
pareciera hacer todo lo posible por cumplir aquella vieja labor que legaron sus
predecesoras: la de ser, más que todo, ama de casa y veladora de la unión
familiar; y, se quiera o no, guardiana de un ritmo de vida enemistado con la
libertad de elegir y signado por un orden autoritario. La madre se ve ofuscada
por la angustia de saber si su hija es o no lesbiana. Insta a su hija a dejar
de recibir visitas de la amiga “masculinizada”, concita citas con la hija de su
amiga (el tiro le saldrá por la culata: Alike tiene una breve pero
aleccionadora aventura con aquella): todo ello con tal de mantener a su hija
dentro de los cánones de lo políticamente correcto. La hija es obediente, eso
alimenta el ego de la madre y su sonrisa de satisfacción reluce. Sin embargo,
su radicalidad se verá más expresa que nunca cuando finalmente descubre la
opción de su hija: es en ese momento en que la violencia cubre la atmósfera,
donde los desesperados y avergonzados golpes de la madre intentan recuperar
algo que se cree perdido. Este es el detonante para que Alike se vaya de la
casa. Pero eso no parece importarle a la madre. Luego de aquel calamitoso
suceso, la cena familiar de siempre ocurre tal
como lo prevén los años. El miembro forzosamente ausente no parece
incumbir la tranquilidad de la madre: ella parece estar tranquila. Al fin y al
cabo hizo lo que pudo, cree contentarse. El padre y la hermana menor no parecen
opinar lo mismo.
La madre no solo dirige sus
empeños a corregir a su hija. El film muestra también los intentos que tiene
por encender la llama del amor que se fue o, en todo caso, por aparentar
felicidad junto a él. Su esposo, inconmovible, la desaira cada vez que puede. Ella
no repara en la parquedad de este y continúa terca. La vergüenza ajena en el
público no se hace esperar.
Por último, tenemos a Alike,
joven aún, que se comprende lesbiana. Ella lo sabe, se siente segura del gusto
que en ella generan las mujeres, pero también comprende que sus preferencias no
encontrarán aprobación entre sus padres. Sabe su lugar en la casa, sabe que está
en una posición de desventaja. La rectitud que muchas veces es sencillo
confundir con autoritarismo le permite reconocer eso. Eso explica su doble
vida, reflejada en los cambios de ropa que utiliza (de las clandestinas ropas
anchas, común en los hombres del lugar, a las atavíos femeninos elegidos por
mamá). Pero su madre ya sospechó y eso complica las cosas, o acelera el destino.
Las barreras de la madre, sus
intentos de liberarse, las preocupaciones del padre, las entrecortadas voces de
los vecinos, el despertar del erotismo, todo se concentra y estalla. Los
incontrolables golpes recibidos por la madre cierran el capítulo del
secretismo. Alike decidió. Es la hora de los bastas.
Pariah es una película recomendable.
Para algunos puede ser conflictiva por tocar un tema todavía tabú en sociedades
como la nuestra, pero por eso mismo es necesaria. En estos momentos somos
testigos de la elevación de un Papa que en algún momento habló de emprender una
“guerra de Dios” contra la buena pro a los matrimonios homosexuales. Hace unos
días tuve contacto con el viejo evangelio, donde lo más relevante de él era un
concepto muy conocido por todos: “la verdad os hará libres”. Aquí vemos una
historia de verdades y libertad. ¿En qué modo esto atenta con la doctrina
cristiana del amor?
También Pariah es una historia
sobre el portazo al sufrimiento. Quisiera dejar escrito un testimonio cercano:
tengo una amiga que se caracteriza por un perenne sentido del humor y
despreocupación admirable. Si nos remitimos a su infancia, ella me habla de una
madre que lloraba cada vez que podía. Presenciar todo ello fue como un hastío
(fuera de las causales, claro). De llantos tuvo suficiente, ella soluciona. La
película y la vida aquí se dan la mano.
La película tiene un cierre
inolvidable. De una fuerza que impresiona. Luego de lo sucedido se entiende en
toda su totalidad. Palmas.
Heartbreak opens onto the
sunrise
For even breaking is opening
And I am broken
I am open
See the love shine in through
my cracks
See the light shine out from
me
My spirit takes journey
My spirit takes flight
And I am not running
I am choosing
I am broken
I am broken open
Breaking is freeing
Broken is freedom
I am not broken
I am free
(Ahí les dejo el link: http://www.youtube.com/watch?v=NwYtHVlQN9c)