Es el diez de octubre. Puede ser
cualquier hora. Yo estoy en Vilcashuamán, una provincia de Ayacucho. Podría
decir que me he perdido en el pueblo, como también decir que espero a la sombra
de una pared blanca. Lo mismo vale que mencione que beba junto a campesinos
como que describa las excelsas estrellas que solo en este lar se pueden ver.
Habrá ocasión. Hoy día no he leído el periódico y no es tampoco necesario que
lo haga. Deben de pasar más de dos meses para que pueda ver lo que se escribió
en ese sábado de octubre.
Yoga, pero pal’ pueblo
Gabriela Machuca, de Somos,
escribe una interesante crónica de la difusión de yoga que realiza Omar
Ananías, un maestro de esta disciplina oriental que acerca la práctica a reos,
adolescentes ultrajadas y jóvenes con problemas de aprendizaje. El yoga equilibra
el cuerpo, la mente y el alma; aspira a que disfrutemos el momento (mas no,
creo, que se disfrute a la manera emprendedurista del limeño de hoy) y para
esto vuelca todo un bagaje teórico de siglos de maduración. Asanas o namaste son palabras que por sí solas evocan tranquilidad, como si
fueran un soplo muy ligero al oído. Es como si oyéramos la poesía de Tagore.
Qué interesante es este artículo,
pues con él sabemos que la labor de Ananías es una práctica institucionalizada
de la Asociación Peruana de Permacultura que, entre otras cosas, difunde un
actuar basado en la ecología humana. Realmente suscribible. Ya lo dice Ananías
al recoger los sentimientos de las personas marginadas de la sociedad al tener
contacto con sus, en ocasiones, imposibles posturas: ¡Queremos más! Del yoga y
de toda la filosofía –de contemplación y de sabiduría- se entiende.
Cine y cocina
Ignacio Medina, el español que por
partida doble publica sus comentarios gastronómicos en El Comercio, decide
quedarse en casa. Busca alguna película, enciende la pantalla y el mueble y la
trama se apoderan de él. Películas como El
festín de Babette, Comer, beber, amar (Eat, Drink, Man Woman), Ratatouille, Como
agua para chocolate y Le Grande Bouffe son recordadas por el crítico
gastronómico, en especial la primera de ellas, grabada hace 28 años en
Dinamarca y que recuerda lo que es verdaderamente traer a la mesa un festín
digno de la mesa del padre mortal de Heracles: Anfitrión. Opulencia, sibaritas,
comida exquisita. Como para tomar apuntes, cosa que hace este articulista, chapar
el carro, irse a Polvos y adquirirlas, disfrutarlas y socializarlas todas. También
como para echarle una ojeada a la comida nacional, no a la que quiera la Marca
Perú, sino a la cocina de nuestras abuelas, abuelos, madres y padres. La que se
cocina con tradición y autenticidad.
Enamorar a la rosa
¿Quién pudo hacerlo? Arthur
Miller, dramaturgo y novelista norteamericano que se casó con Marilyn Monroe,
la bomba sexy rubia, a la que ella llamaba “papá”. Muy ilustrativa la semblanza
que realiza Enrique Sánchez Hernani de este escritor. Sobre todo cuando toca su
pasado como hombre de izquierdas en tiempos de la casa de brujas del repetible senador
McCarthy. Si bien no se consideró como comunista, sí se liga al marxismo (“aunque
luego lo recusaría”). Una anécdota nos acompañará hasta el final de los días:
en esa puja ética y política que fue la persecución de personas ligadas al ala comunista del mundo, el realizador Elia Kazan, que hacía de la obra de Miller viva imagen, habló. Miller le quitaría la palabra por años. Mención
aparte para la azarosa relación con la rubia Monroe, a la que su inseguridad
terminaría por agobiar al escritor y, posteriormente, la abandonaría, aunque
Monroe tampoco sería una perla.
Consultados por el periodista,
Miguel Rubio, de Yuyachkani, dice: “A mediados del siglo pasado, en
Latinoamérica, el teatro empezó a plantearse con fuerza la posibilidad de un
pensamiento propio, y de hecho se dio así, a través de influencias de autores
como Arthur Miller, cuya noción del pensamiento crítico a través del teatro nos
devuelve como un espejo para mirar nuestro contexto y nuestra realidad. Alonso
Alegría, dramaturgo, hace lo propio: “Las obras de Arthur Miller reúnen tres
virtudes que rara vez aparecen juntas: un fuerte compromiso político y social,
una exigente conciencia moral y una ejemplar perfección artística. En la muerte de un viajante, Miller supo
delinear situaciones límite cotidianas con tanta destreza como compromiso y
corazón. Resumió emociones extremas con frases tan certeras y parcas que se han
vuelto parte del idioma inglés. Finalmente, Ísola habla de la trascendencia de
las obras de Miller, de su contundencia y fuerza dramáticas únicas. Sitúa al
narrador al lado de Brecht y Samuel Beckett, como uno de los más grandes del
siglo XX.
¿Y por qué escribo?
El primero de noviembre el mismo
periodista, Sánchez Hernani, publicó un artículo sobre la efeméride noventa del
desaparecido escritor Sebastián Salazar Bondy. Anteriormente publicamos una
larga descripción sobre él, pero es menester insistir en la labor de este titán
de la cultura peruana. Multifacético y prolífico escritor, estuvo ampliamente
comprometido con el arte y con la política. Hugo Neira dice al respecto de
Sebastián: “ligaba escritores con escritores. A estos, con la política
nacional. Y a las ideologías con la cultura”. Ese carácter de su personalidad
lo llevaría a ser fundador del Movimiento Social Progresista para las
elecciones de 1962. Tentó una curul sin fortuna.
Plácido en el mar, bebedor de la
fuente de la poesía, Salazar Bondy no ocultaba su indignación por las miserias
de su patria. “Alguna vez lo vi llorar”, confiesa la viuda del sensible
intelectual. En otra ocasión, al ir Nicomedes y Victoria Santa Cruz a su casa
para una cena, quien ayudaba en casa se negó a servirles comida. “Cómo les voy
a servir si son negros como yo”, le dijo al “Flaco”. El impasse fue superado
por el propio Salazar Bondy: él se encargó de servir la mesa.
Me despido con las palabras de
Mario Vargas Llosa, extraídas de una columna de un gran conocedor del
intelectual de aguileña nariz, Alejandro Susti: “¿Quién de mi generación se
atrevería a negar lo estimulante, lo decisivo que fue para nosotros el ejemplo
centelleante de Sebastián? ¿Cuántos nos atrevimos a intentar ser escritores
gracias a su poderoso contagio?”. Las encomiables palabras tenían bastante
asidero: según cálculos del estudioso francés Gérald Hirschhorn, Salazar Bondy
publicó en vida (1924-1965) cerca de 2.231 artículos periodísticos (500 de
ellos dedicados a la crítica literaria).
Fuente: Pinterest
21-12-15